Su estancia entre rejas pasa de 4 años a una década tras descubrirse un alijo de drogas en su celda
La nueva sentencia del juez Richard Berman ha caido como un jarro de agua fría en el seno de la saga Douglas, descendientes del trapero judío paupérrimo emigrante, como narró su hijo Kirk en sus memorias. Cameron, hijo de Diandra y Michael Douglas, cumplía sentencia de cinco años en una durísima cárcel federal por trapicheos varios con pisocotrópicos, cuando le fue descubierto un alijo dentro de su propia celda. Pura magia.
El miércoles, el joven de 33 años que iba para actor y había sido destetado con cuchara de plata, fue sentenciado a cuatro años y medio más en prisión, lo que convierte su sentencia en una década. Todo ellos, tras la victoria de su padre sobre un cáncer de garganta que podría haber sido letal.
Cameron fue criado casi en solitario por su madre y el padre siempre ha confesado que su ausencia constante (y adicción al sexo) había arrojado a su hijo mayor en la adicción por la cocaína, metamfetamina y heroína, que le han llevado por dos veces a prisión -en 1999 y 2007-. Esta tercera es la más grave y larga. Su padre, madrastra (Catherine Zeta-Jones) y abuelo han enviado cartas al juez implorando clemencia, pero Berman se ha mostrado inflexible. A su vez, Cameron ha enviado un comunicado de los que hay que leer con el Kleenex en la mano: «estoy saturado de mi propia verguenza y penitencia. Mis adicciones me han robado una vida que estaba preñada de promesas».
Según el diario The New York Post, el juez ha hecho oídos sordos y declarado: «Cameron Douglas ha dinamitado la mayor oportunidad de su vida».