«Sin hijos», una comedia romántica familiar en la que un hombre maduro, separado y con una hija se reencuentra con el amor platónico de su juventud

El argentino Ariel Winograd dirige una coproducción entre el país austral y España ideada por Pablo Solarz y escrita por Mariano Vera, «Sin Hijos», en la que el argentino Diego Peretti tratará de ocultar al amor de su adolescencia, la española Maribel Verdú, que es padre de familia, cuando a ella le gustan sin los compromisos de la paternidad.

Esta definida como «comedia romántica familiar» tiene como coprotagonistas a Horacio Fontova, Martin Piroyansky, Marina Bellati, Pablo Rago y Guadalupe Manent y anunció su estreno para mayo de 2015.

La trama nos presenta a Gabriel (Peretti), quien lleva cuatro años separado. En este tiempo, Sofía, su hija de ocho años, se ha convertido en el centro de su vida. A pesar de que el hombre se ha desentendido de intentar rehacer su vida con otra mujer, y vive concentrado en su trabajo y ocuparse de su niña cuando le toca, todo se tuerce al aparecer inesperadamente Vicky (Verdú), el amor platónico de su adolescencia, que se ha convertido en una mujer hermosa, madura, independiente, desenfadada… y enemiga a muerte de todo lo que significa la paternidad.

Desde el principio Vicky se lo deja muy claro: no se involucraría por nada del mundo con un hombre con hijos. No quiere niños en su vida. De manera que Gabriel, que quiere por todos los medios conquistar a la mujer que siempre ha querido, se ve obligado a mentirle y negar la existencia de la pequeña Sofía, la «otra mujer de su vida». A partir de ese momento, su vida se transforma en un tormento de maniobras y ocultamientos: ante cada cita con Vicky, Gabriel «limpia» la casa de juguetes, ropa, fotos y cualquier otro rastro infantil, escondiendo todo bajo llave. Cuando Vicky se va todo vuelve a su lugar y la casa queda lista para recibir a Sofía.

Es «Sin Hijos» la cuarta cinta de Winograd, quien desde «Cara de queso, mi primer ghetto», (2006) un viaje novedoso al interior de un country judío para radiografiar a un grupo de preadolescentes, ha ido evolucionando hacia el cine de parejas, con guiones ajenos. La fórmula funcionó primero con los uruguayos Daniel Hendler y Natalia Oreiro, en «Mi primera boda», en la que se casaban dos personas de distinta religión (judía y católica) y luego con el intento de sofisticar el esquema al estilo de las comedias de los 60 titulada «Vino para robar», de nuevo con Hendler y Valeria Bertuccelli, ladrones de altos vuelos enfrentados por una histórica botella de vino en Mendoza, que hace dos años convocó a cerca de 170 000 espectadores argentinos.

El porteño Ariel Winograd siempre ha reivindicado aunar la comercialidad y el entretenimiento con el rigor: «La idea es que sea una comedia popular, pero eso no significa que sea algo malo. Todo lo contrario. La idea es hacer una película de recontra calidad, con los mejores técnicos, los mejores actores, con un excelente guión, para que la vea todo el mundo», decía en declaraciones a Noticine.com.