El Festival del ticcino suizo estrenó este martes la nueva película del director catalán

Es la cuarta vez que Recha acude a Locarno, Festival que se ha convertido en su talismán favorito. «El cielo sube» (1991), «El árbol de los cerezos» (1998) y «Días de agosto» (2006), tuvieron su primera confrontación con los espectadores en Locarno. Ahora ha regresado con «Petit Indi», una fábula sobre la pérdida de la inocencia de un joven en transición hacia la vida adulta, que vive en los límites desdibujados de un barrio de Barcelona en transformación.
La película cuenta la historia de Arnau, un joven que vive en su imaginario de papel, inmerso en su frágil realidad, viaja inconscientemente hacia la deriva. Sus compañeros de viaje son unos cuantos pájaros cantores: pinzones, verderones, pardillos y un jilguero que es la esperanza de su vida. Ningún otro canta como él, gracias a muchas horas de trabajo paciente y minucioso adiestramiento. Sin embargo, Arnau vive apenas sin respirar porque algo mucho más intenso le devora el corazón. Su madre está en la cárcel de Vad-Ras a la espera de juicio, y las cosas no mejoran. Así que este chaval que vive con su hermana Sole en un barrio de Barcelona en plena transformación, que sueña despierto pasando las tardes con su hermano Sergi, que se va con su tío Ramon al canódromo de la Meridiana; elabora un plan para sacar a su madre de la cárcel. Esta decisión lo catapultará hacia una dura realidad.
«Al principio del proyecto se nos planteó la duda entre hacer una película al estilo de «Accatonne», de Passolini, pura denuncia social, o bien otra más sencilla, dotada de planteamiento, nudo y desenlace. Y decidí que era muy interesante mostrar el traumático proceso de Arnau a partir de una narrativa propia de una parábola, porque de ese modo el público puede identificarse con ello de una forma más directa», dijo ante la prena internacional Recha en la mañana del martes. En el filme, la muerte de un zorro desató las controversias de los espectadores: «El protagonista deja el mundo de los animales, un universo casi panteísta, y penetra en el de los depredadores, los seres humanos adultos. Obviamente, paga las consecuencias», había comentado antes el director.
Recha también tuvo elogios para Eduardo Noriega con el que trabaja por segunda vez, tras «Las manos vacías»: «Eduardo fue la primera persona que leyó el guión y lo apoyó al 100%», aseguró el director, a lo que Noriega replicó: «Aunque al principio no había un personaje para mí, el proyecto me apetecía mucho. Es una película llena de atractivos». Noriega finalizó con una mirada cómplice con Marc Recha: «Si no fuera así de testarudo no haría las películas que hace. Durante el rodaje a veces peleamos, y es lógico, porque a Marc le va la vida en sus películas, y yo quiero trabajar con directores a los que les vaya la vida en sus películas», sentenció.