Este sábado 18 de septiembre ha fallecido en su Santander natal donde había nacido el 24 de abril de 1935, el guionista y director Mario Camus a los 86 años, realizador emblemático del cine español gracias a títulos como «La Colmena» o «Los santos inocentes», Goya al Mejor Guion Original por «Sombras en una batalla» y Goya de Honor de la Academia de Cine en 2011

Alejado de las corrientes de moda y seguidor de impulsos, Mario Camus era un resistente que, desde principios de los cincuenta, contaba historias para él y para otros cineastas. Maestro en la adaptación de obras literarias, el autor de las versiones cinematográficas de «La colmena» –Oso de Oro en el Festival de Berlín– y «Los santos inocentes» –el Festival de Cannes le concedió una mención especial del jurado. Goya al Mejor Guion Original por «Sombras en una batalla», recibió el Goya de Honor en 2011, trofeo que recogió homenajeando al oficio del cine “que te hermana con los maestros de la luz y de la música”.

El nombre de este director y guionista cántabro siempre va ligado al de Miguel Delibes y Camilo José Cela, pero debutó con una adaptación de Daniel Sueiro y también trasladó al lenguaje audiovisual a Ignacio Aldecoa, Jorge Semprún y Rafael Azcona, entre otros. Una labor en la que sintió cómodo y en la que, además, contó con el beneplácito de los productores, “que al tener gran respeto por las obras editadas, no intentan cambiarte ni una coma”.

Miembro de una generación en la que figuran Carlos Saura, Basilio Martín Patino, Miguel Picazo, Francisco Regueiro y José Luis Borau, Camus firmó 29 películas –»El prado de las estrellas» fue la última–, fue el autor del libreto de «Los golfos» y dirigió varias series de televisión –»Curro Jiménez», «Fortunata y Jacinta», entre otras–. Conocía bien el oficio. «He trabajado mucho, y mi concentración y dedicación han sido al cien por cien».

«Seguramente en todas mis películas hay pequeñas manías, un toque personal. Y esa persistencia se llama personalidad», manifistaba este creador que hizo largometrajes con Raphael y Sara Montiel, y que en dos de sus producciones, «Sombras en una batalla» y «La playa de los galgos», abordó el tema de ETA.

Batallador con el doblaje –»una concesión que el cine español no se puede permitir. Hay que pararlo o regularlo»–, siempre hablaba de la hermandad del cine y de la importancia de los actores –»en España hay verdaderos monstruos de la interpretación»–.

Una historia convincente y creíble que hable de gente próxima en un tono conmovedor, y tener el reparto adecuado,»porque en la elección de los actores está el 90% de la dirección», eran los requisitos para hacer una buena película para Mario Camus, un profesional que siempre intentaba pasar desapercibido. «Lo que importa son las películas. Todos los trabajos los he realizado con equipos artísticos y técnicos, por eso el Goya es para todos ellos, porque sin todas esas personas no hubiera hecho nada», resaltó el cineasta, que en su discurso lanzó un claro mensaje: «contemos nuestrsa historias y hagámoslo con sinceridad».

Camus se sentía muy querido por su familia cinematográfica, una familia que sentía muy fiel. Sin elegir entre películas, guiones relatos de televisión, medio para el que firmó también «La vuelta de El Coyote» o «La forja de un rebelde», «porque cada obra tiene su propia vida durante el rodaje», Camus era perfeccionista. «Lo que más me molesta es cuando has fallado. Yo estoy contento con lo que he hecho, unas películas me han salido bien y otras menos bien. Mi intención siempre ha sido trabajar bien».

«Aparte de su talento incuestionable, de su sensibilidad con los actores, su capacidad para gestionar proyecto complejos en tiempos difíciles y de haber dejadDeja pendiente una película que quería rodar en su Santader natal con Ana Belén como protagonista, y para la que no encontró productor que la financiase.