”Trágala, Trágala”, con un gran Fernando Albizu, llega al teatro Apolo de Madrid
El dramaturgo Iñigo Martínez de Haro ha elaborado un texto ocurrente y atractivo, bien documentado, en «Trágala, Trágala”, un musical de más de dos horas y media de duración, que recorre momentos de la historia de España junto a pasajes y personajes de la actualidad, con una mirada ácida hacia la Monarquía.
Fernando Albizu encarna de manera colosal a Fernando VII, al que en la obra se califica como el peor rey de la historia de España. La obra es un juego teatral, a veces de teatro dentro del teatro, y posee la atmósfera desequilibrante de algunas piezas de Francisco Nieva. «Trágala, Trágala” se estrenó la pasada primavera en el Español y el 11 de noviembre se repuso en el teatro Apolo de Madrid, con amplia representación de profesionales del mundo del espectáculo, e incluso de la política, como Esperanza Aguirre, que observó desde su butaca al personaje de Pablo Iglesias.
«España no es una tragedia, sino un sainete”, exclama Fernando VII en un momento de la función, entre sus idas y venidas con amoríos de mejor y peor fortuna, su obsesivo y cómico apoyo al absolutismo, y a condenar a la horca a los herejes, a los críticos y a los separatistas. Es la historia y la actualidad, pues, y el personaje del psicoanalista argentino preguntará al público cómo en España los ciudadanos han tragado tanta miseria histórica, tanta actualidad podrida. Esa es una de las claves del montaje. Otra: cuando uno de los personajes dice que si España hubiera tenido un proyecto, si hubiera tenido ideas, no se habrían producido situaciones como la que actualmente se vive en Cataluña.
Hay una presentadora de televisión que se parece a Letizia Ortiz, está Pablo Iglesias, y con ellos Martínez de la Rosa, Riego, Godoy, varios arzobispos, Napoleón y, naturalmente, Fernando VII, que irrumpe en el escenario del Apolo, revivido, con el decidido propósito de entrevistarse con su tataranieto. Casi al final formula una breve referencia al suplicio que debe estar pasando ahora su descendiente.
Tiene «Trágala, Trágala” momentos mejores y peores, pero el texto es bueno, la interpretación sólida, y la estética del montaje está arraigada a la tradición española con algunos toques de vanguardia. Lo mejor es la relectura que se formula de nuestra historia, como está ocurriendo con otras obras actualmente en cartel en Madrid, porque este esfuerzo de los profesionales del teatro puede servir para que se entienda algo este presente confuso, esta actualidad de cuchillo.