QUIERO CASARME CONTIGO

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    Autor: Javier Gomá Lanzón
    Editorial: Pre-Textos
    Páginas: 112
    Precio: 16€

    Sinopsis

    El filósofo Javier Gomá (Bilbao, 1965) realiza una nueva incursión en el teatro, tras el éxito en el estreno de «Inconsolable» (2017), ese monólogo estremecedor sobre el dolor por la muerte del padre, con la publicación ahora de «Quiero casarme contigo», una comedia, como la califica el propio autor, y así puede entenderse por la atmósfera de humor existente en la obra, aunque en realidad se trata de una pieza con un fondo de profunda tristeza, porque en ella aparecen, aunque disimulados con sonrisas, algunos de los principales miedos que permanentemente acechan al ser humano: al abandono, a la soledad, al fracaso, al paso del tiempo y a la muerte. Javier Gomá, en el momento de abordar el arte dramático, género del que anuncia nuevas entregas, no es un autor que escribe teatro filosófico, sino un filósofo que escribe teatro. Lo explica en el excelente ensayo que precede a la pieza: «El teatro pide al filósofo doblado de dramaturgo no tanto la antigua pericia con las ideas como inventiva para imitar la emoción de la vida, cuyo significado es problemático, abierto a muchas interpretaciones (…) Spinoza dijo que la idea de círculo no es redonda y Althuser, siguiendo el juego, añadió que el concepto de perro no ladra. El propósito supremo del teatro es, por el contrario, que el perro ladre, ladre mucho, que llegue incluso a morder».

    Esta obra de Javier Gomá, pues, no es teatro filosófico, aunque indiscutiblemente sí está lleno de ideas, y de esos ladridos del perro a los que alude el autor. Se trata de una pieza con una excelente carpintería teatral, que toma mucho de los clásicos –entre otras cosas los «apartes» de algún personaje con el público-, pero también hay ecos de Miguel Mihura, tanto en el dominio de las situaciones –Mihura fue el maestro del teatro de situación- como en la atmósfera de suspense que envuelve la pieza, que en Gomá, decíamos, parece venir de Mihura, y que Mihura tomó de Simenon, autor al que leyó obsesivamente toda su vida. «Quiero casarme contigo», además, tiene muchas acotaciones, algo que se está perdiendo en los textos actuales de teatro como consecuencia de lo que en los años 80 se denominó «la dictadura del director». Las acotaciones dotan al teatro leído de un agradable perfil de novela, y Javier Gomá las prodiga: «Entra Tristán exhausto, derrotado, acabado. Habla murmurando para sí. Deja la Botella Mítica y el sobre entregado por Julia sobre la mesa. Sobre ésta, además, una jarra de agua y un vaso». «Quiero casarme contigo», sobre todo, es una obra construida desde una enorme exigencia léxica, desde ese lenguaje que los clásicos llamaban «el vulgar ilustre»: vulgar porque es el lenguaje natural, ilustre porque cada palabra es el resultado de una cuidada selección.     

    Javier Gomá, autor de la monumental «Tetralogía de la ejemplaridad», de una impresionante producción filosófica, ha tenido en «Quiero casarme contigo» el decidido propósito de hacer una obra que exprese los problemas y preocupaciones de la que él llama «clase burguesa», algo que echa en falta en la cartelera actual: un teatro del hombre y de la mujer media, con temas que tienen que ver con el amor, la estabilidad, la amistad y la belleza. El autor, además, adopta esta obra como una forma de ironía sobre las teorías en torno a la ejemplaridad que él ha desarrollado en numerosos libros. De hecho, Tristán, el protagonista, se lamenta que desde niños nos previenen contra las malas compañías pero nadie contra las buenas, «que en un momento dado pueden ser mucho más perniciosas». Escribe el autor en el prólogo: «Me río de mí mismo como truco para aguantarme; y presumiendo que la crítica propia será siempre más benevolente que la ajena y que, siendo uno mismo la diana, tendrá un no sé qué de indulgente y de afable, me río de mí mismo para desanimar a terceros a que lo hagan más de la cuenta». «Quiero casarme contigo» es, en definitiva, una obra amena, interesante, deslumbrante en ocasiones, que, en realidad, reivindica la ejemplaridad por muy agotadora que resulte a los indeseables. «Los individuos vulgares, de vida rota y desordenada, son los verdaderos filántropos de nuestro tiempo y merecen monumentos públicos», exclama Tristán. Pues no, porque, como Tristán afirma en otro momento: «Empiezas cometiendo una falta de ortografía y acabas entrando en un supermercado con una recortada».  «Quiero casarme contigo» consiste en una reivindicación inversa de la ejemplaridad.