MONSTRUOS PARISINOS

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    Autor: CATULLE MENDÈS
    Editorial: ARDICIA EDITORIAL. 192 PAGS. 17 EUROS
    Páginas: 192
    Precio: 17€

    Sinopsis

    «Monstruos parisinos» es una joya, uno de esos libros que se leen con placer, como un juego, como una aventura. Es un libro de amores desatados, de amores no correspondidos, de amores interesados, de amores por dinero, de frágiles pero duras muchachas en busca de gloria, fama y bienes materiales desde detrás de su sonrisa dulce pero implacable de mujeres fatales. Porque la mujer es la protagonista absoluta de estos veinte relatos, algunos de ellos interrelacionados, que Catulle Mendès (1841-1909) publicó en la revista «Gil Blas» con un éxito arrollador entre 1881 y 1888, sobre el París decimonónico y sus personajes: actrices, artistas, aristócratas, críticos teatrales, escritores.

    Luis Antonio de Villena, en su extraordinario prólogo a este libro, escribe: «La literatura a la que pertenece «Monstruos parisinos» (…) fue una literatura rica, mezcló unas gotas de naturalismo que permitía contar lo áspero de la vida con el lujo y la sofisticación de un mundo elegante donde todo estaba permitido y que resulta un epítome del decadentismo real que pide (junto al punto naturalista) una prosa ornamentada, algo opulenta, lírica a ratos y deleitada en ese «mal” que era la metáfora de un tiempo nuevo”.
    Catulle Mendès se muestra como un maestro de la adjetivación, un lector del alma humana, un creador de ambientes, un profundo conocedor de las pasiones y de los instintos -los más altos y los más bajos- que mueven a las mujeres y a los hombres. «Monstruos parisinos» está lleno de vida, juerga y lirismo. De amores sinceros y cínicos. De lujo en lo que cuenta y en cómo lo cuenta. Catulle Mendès fue persona y personaje. Para algunos, un autor menor, pero indiscutiblemente prolífico: escribió prosa, poesía, teatro y ensayos. Hay quien ha visto en su obra la influencia de Wagner, al que Catulle Mendès frecuentó en Lucerna, y que creó un estilo literario y otro pictórico, ambos consecuencia de su música.
    Hay relatos excelentes, como «Narcisse Dangerville», una despiadada historia de amor entre una vieja actriz fracasada y un joven sin escrúpulos. O «El marido de Leo», un hombre extremadamente celoso y torturado por el amor que siente hacia su esposa, bailarina de cabaret, pero que la prostituye porque la ama a ella tanto como al dinero. O «Mademoiselle Antigone», la historia de una delicada muchachita de 18 años que vive apartada del mundo y entregada al cuidado de un anciano, pero que logra un enorme éxito oculto como escritora de los más abyectos relatos pornográficos. O «Felix Gargassou», un crítico teatral iletrado y despiadado que con sus reseñas impregnadas de burla convierte en prostituta a «una actriz decente”.
    El libro está lleno de poesía, en ocasiones con versos sucios que se limpian con el champán de las largas madrugadas del París decimonónico hechas de pasión y engaño. Porque Catulle Mendès describe con fiereza el alma humana, sobre todo la femenina. Un libro con una atmósfera que sabe y que huele: en definitiva, un libro vivo. Con numerosas referencias al arte de la seducción: «El mejor medio de perder a las mujeres es mostrarse cobarde aunque sea un minuto”, afirma un personaje. Y con numerosas reflexiones sobre el arte. Y sobre la escritura. Catulle Mendès murió accidentalmente arrollado por un tren, pero vivió envenenado por la escritura y las lecturas. Lo deja entrever en el relato titulado «El hombre de letras». Dice el protagonista: «A lo largo de toda mi existencia, la literatura me ha perseguido, me ha absorbido y, finalmente, me ha vencido”.