Sinopsis
Excelente libro sobre un caso poco conocido de nuestra memoría histórica, el el crítico cinematográfico valenciano Juan Piqueras, fundador de la revista Nuestro Cinema, que en los primeros días de la Guerra Civil fue fusilado, sin juicio alguno, por policías sublevados contra la II República Española, en las proximidades de Venta de Baños. Juan Piqueras, figura clave en la introducción de la cultura cinematográfica de vanguardia en España, se despidió de su pareja Ketty González en un andén de la estación de Orsay, en París, a mediados de julio de 1936. Iba a visitar a un amigo en Oviedo cargado con una maleta repleta de libros y ejemplares de su revista Nuestro Cinema, en donde publicaron Sergei Eisenstein, Vsevolod Pudovkin, Béla Balázs, Joris Ivens y René Clair, entre muchos otros. Ella volvió a su casa de la Rue Broca con el presentimiento de que le acababa de decir adiós al presente luminoso que tanto les había costado construir. Nunca más se volverían a ver. Juan fue fusilado en fecha y lugar exacto desconocidos poco después del Golpe de Estado nacional, a pesar de los intentos de su amigo Luis Buñuel por rescatarle. El periódico L’Humanité publicó un obituario en donde se le recordaba junto a Federico García Lorca. Tenía 32 años.
Enrique Fibla Gutiérrez realiza una profunda y exahustiva investigación sobre una figura clave de la crítica cinematográfica española, hoy olvidado. El libro se inicia con un relato, lo más próximo posible a la realidad, sobre los últimos días de Juan Piqueras, cuando, camino de Oviedo en tren, tuvo que descender en Venta de Baños aquejado de una seria úlcera estomacal. Allí le sorprendio la sublevación militar del 18 de julio, y en la zona sería sacado de la cama en pijama y fusilado por los sublevados. Su cuerpo permanece desaparecido, aunque se intuye donde fue enterrado. A partir de aquí, Fibla Gutiérrez reconstruye la vida de Piqueras: Nció en Requena (Valencia) en 1914), hijo de trabajadores, trabajó en una tienda de ultramarinos de su pueblo, Dirigió con Luis Buñuel eL cineclub de «La Gaceta Literaria», fue ayudante de dirección de «A nous la liberté», de René Clair, fue activista cultural, publicó crítica y teoría del cine en múltiples periódicos y revistas, fue representante de Filmófono en París, fue amigo de los grandes intelectuales y directores de cine de la época, a muchos de lo cuales les abrió las páginas de «Nuestro Cinema», revista que había fundado y que alcanzaría un notable prestigio internacional. Su muerte se mantuvo oculta durante meses, hasta que fue desvelada por el periódico francés «L’Humanité», en una esquela junto al también asesinado Federico García Lorca. En los 80, la Filmoteca de Valencia bautizó una de sus salas con su nombre, pero tras una reforma, se sustituyó por el de Luis García Berlanga. Hoy sigue siendo uno de los muchos desaparecidos enterrados en una cuneta. Su vida y sus escritos resultan hoy imprescindibles para saber de donde venimos.
