Marta Sanz, una de las voces más sólidas y personales de la literatura española actual, propone en principio un juego en la deslumbrante novela “Daniela Astor y la caja negra” (Anagrama, 2013), el de dos niñas de 12 años que se encierran en “la leonera”, el cuarto de una de ellas, para pasear en sus sueños infantiles por la alfombra roja del mundo del espectáculo de la época de la Transición, imaginando que son la Marisol de aquella remota portada del semanario “Interviú” o María José Cantudo en la película “La Trastienda”, el primer desnudo integral del cine español, bajo el glamour imaginario de los focos color rosa, hasta que de pronto la autora imprime un giro inesperado y radical a la narración y, como hizo Jaime Gil de Biedma, le dice al lector que la vida va en serio.

Este libro de Marta Sanz llega ahora al teatro. “Daniela Astor y la caja negra” se representa hasta el 26 de marzo en el Teatro Fernán Gómez de Madrid, con Helena Lanza, Miriam Montilla y Laura Santos como protagonistas, y dirección de Raquel Alarcón. Mónica Miranda ha hecho la adaptación teatral. “Es la historia sobre el adulto que llevamos dentro todos los niños”, dice en el libro Catalina Hernández Griñán, la protagonista, que se disfraza en su desatada imaginación de los 12 años de Daniela Astor, quien ella quisiera ser de mayor, una mezcla de Blanca Estrada y Amparo Muñoz, con sus vestidos ajustados y las medias negras ceñidas a la mitad del muslo. “Sólo me desnudo por exigencia del guión”, afirma la Astor a través de la voz impostada de la niña Catalina, hasta que su madre la manda a hacer los deberes.

Pero Catalina descubre que la vida es difícil la mañana que dos policías detienen a su madre por abortar. Seis meses y un día de cárcel. Entonces aquella seductora Daniela Astor desaparece, como ocurrió con tantas estrellas del cine de destape, que se convirtieron en “juguetes rotos”, desde Amparo Muñoz a Sandra Mozarowsky, como nos recuerda Marta Sanz. Y la niña Catalina descubre de golpe que el glamour se evapora, que ella bailaba sobre la fragilidad de un cristal, porque tiene ahora miedo, mucho miedo, está sola, y acaba de mearse sobre la alfombrilla del piso del vecino.

Fuentes de la compañía afirman: “Esa identidad ficcionada, la de la mujer en la que sueñan convertirse estas dos niñas, empieza a ser tambaleada por la realidad. Llegarán acontecimientos que van a romper la estructura familiar y vapulearán las vidas de madre e hija. La realidad irrumpe y Daniela Astor se desvela comoun juego en el que Catalina ya no es capaz de creer”. Y añaden: “Crecer implica descubrir que la ficción y la realidad no son lo mismo. Y convertirse en una mujer es muy diferente de lo que Catalina creía”.

Marta Sanz plantea hábilmente una reflexión sobre el aborto. “Yo no sé si mi madre es una mujer muy valiente o una mujer muyegoísta. Hay voces que me susurran ideas contradictorias. Lo harán a lo largo de mi vida entera”, reflexiona Catalina. La vida noes como el cine, nos dice la autora. “Daniela Astor se me aparece todavía hoy, cuando siento el balón de la soledad, el alargado vacío que se extiende desde la garganta hasta las ingles”, piensa Catalina ya a los 50 años. La vida es cruel, sí, por eso es necesario “imaginar un tiempo de química y música”.

(Publicado en Andalucía Información)