La película «Nahid” convence mucho más por lo que sugiere que por lo que cuenta
Mucho se está hablando últimamente de la mujer en el cine y el papel que desempeña en el sector. Coincidencias del destino, o no, hoy la protagonista absoluta en la Sección Oficial del Festival Internacional del Cine de Valladolid ha sido precisamente la mujer, aunque no la mujer occidental, si no la que vive en Oriente Medio.
La primera de las películas ha competición ha sido «Nahid”, opera prima de la realizadora iraní Ida Panahandeh. En ella se cuenta el drama de una joven iraní divorciada que cuida a su hijo, pero que no puede volver a casarse ya que perdería la custodia de su hijo en favor de su ex-marido un drogadicto pendenciero aficionado a meterse en líos.
Precedida por un premio en el pasado Festival de Cannes, en la sección Certain Regard, la película ha sido acogida con mucha curiosidad, ya que aunque se trata de una película políticamente correcta, se intuye un fondo árido y oscuro donde la mujer no es siempre tan respetada como debiera.
La directora asegura que la situación que se vive en su país no es tan terrible como se nos pinta desde fuera y que las limitaciones de la mujer son algo generalizado tanto en Irán como en cual-quier otro país del mundo. Aunque ha evitado entrar en temas más delicados como la situación de sus colegas de profesión Jafar Panahi («El círculo”) o Moshen Makhmalbaf, («Kandahar”) perse-guidos y censurados. Sin querer entrar en el tema de la censura ha declarado creer que «cada que cada uno es libre de elegir donde tiene más facilidad de expresión y yo decidí obedecer las leyes de nuestro país, y adaptarme.”
De la franja de Gaza ha llegado la segunda película a competición: «Degradé” una alocada foto-grafía sobre lo que es hoy en día la situación de los habitantes de esa parte de Palestina. La película está protagonizada por 13 mujeres que comparten un día en una peluquería. La película viene firmada por los gemelos, Tarzan y Arab Nasser, dos hermanos de aspecto fiero y salvaje que lo pretenden es explicar lo que sucede en su tierra utilizando la peluquería como metáfora de la realidad en la que viven. La película que empieza como una colorida comedia, va derivando en un drama convulso que no se sabe exactamente hacia dónde se dirige, aunque tal vez no se debiera reprochar, ya que en los conflictos armados rara vez existe la cordura.
Lo más curioso del filme es que aunque la tensión con Israel está en todo momento presente, la disputa más violenta se produce entre bandos enfrentados de la propia Palestina.