UN «TANNHÄUSER» DE WAGNER CON UN MONTAJE A LO BOLLYWOOD ESCANDALIZA EN EL TEMPLO DE LA ÓPERA CLÁSICA

La Fura dels Baus ha debutado en La Scala de Milán con una espectacular e insólita puesta en escena del «Tannhäuser» de Wagner, que, bajo la batuta de Zubin Metha, ha convertido el célebre templo de la ópera clásica milanés en los escenarios de Bollywood, soliviantando a los espectadores.

En el estreno de la obra el pasado miércoles hubo abucheos, pero también cosecharon aplausos de una parte del público que agradeció su esfuerzo de innovación. Donde no hubo discusión ha sido en el trabajo de un soberbio Zubin Mehta que se llevó la única ovación unánime.
Se trataba de un reencuentro: Mehta no dirigía una ópera en la Scala desde 1978. Entre los intérpretes sólo se salvó de la quema la soprano Anja Harteros, en el papel de Elizabeth. Robert Dean Smith (Tannhäuser), Julia Gertseva (Venus) y Roman Trekel (Wolfram) tuvieron que afrontar sonoros abucheos, al igual que los miembros de la Fura cuando salieron a escena. Pero se lo podían esperar. Carlus Padrissa, uno de los fundadores del grupo catalán, artífice de este «Tannhäuser» saturado de imágenes y centrado en el símbolo de una gran mano mecánica, lo daba por descontado. Los escándalos, de todos modos, para la Fura pueden ser medallas, aunque en esta prima más que escándalo, pues en el Piermarini ya se ha visto de todo, había fastidio y, al cabo, desinterés.

El montaje dura cuatro horas y media. La elección principal de Padrissa como eje escénico era esa mano gigante de diez metros, obra de Roland Olbeter, que va asumiendo distintos sentidos. Primero como destino, en la lectura de sus líneas, y lugar del monte de Venus, el Venusberg del primer acto, luego como árbol o, al final, el dedo acusador del Papa.
La puesta en escena de la Fura presenta una Venusberg especialmente erótica y embriagadora, donde las imágenes incandescentes de «un mar de cuerpos y caricias» representan el telón de fondo del primer acto, en el que Tannhäuser aparece envuelto de la atmósfera sensual del mundo de Venus.
Algunos actores aparecen completamente desnudos, aunque muchos de ellos llevan una especie de malla, con lo que la escena acaba pareciéndose al nudismo que se ve en cualquier playa europea. Harto de los placeres de Venusberg, Tannhäuser decide volver a su tierra natal, a Wartburg, donde dedicaba sus jornadas a la poesía y a la música. Y es allí donde tiene lugar el reencuentro con Elisabeth, su amada. Sin embargo, tras descubrir ella la vida disoluta que Tannhäuser ha llevado en Venusberg le obliga a peregrinar a Roma y hacerse perdonar por el Papa.