Sensacional montaje de «El zoo de cristal”, protagonizado por Silvia Marsó, en el teatro Bellas Artes de Madrid

«El zoo de cristal” es una obra sublime, como todas las que escribió Tennesse Williams. Se estrenó el 31 de marzo de 1945 en Nueva York, pero la acción transcurre a principios de los años 30, poco después del crack de la Bolsa neoyorquina. Francisco Vidal, director de la extraordinaria versión del «zoo…” que se ha estrenado en el teatro Bellas Artes de Madrid, acentúa los elementos de crisis económica contenidos en el texto, sobretodo en la falta de horizonte vital de los jóvenes, y también pone el énfasis en las dosis de humor existentes en la obra. El resultado es una propuesta teatral dignísima en la que sobresale una acertada Silvia Marsó y el verbo implacable del autor.

Silvia Marsó encarna a Amanda, la madre de familia que lucha de una manera desesperada, alocada y torpe por el futuro de sus hijos: Tom, que trabaja desmayadamente en una zapatería mientras trata de labrarse casi clandestinamente un futuro como escritor, y Laura, acomplejada y con problemas congénitos para caminar. El apartamento de los Wingfield está presidida por la foto cuidadosamente enmarcada del padre que hace años los abandonó. «El zoo de cristal” tiene un protagonista hiriente y desolador: la nostalgia. Lo dice Tom: «En la memoria todo parece acontecer con música”.

Silvia Marsó enfoca su personaje hacia una Amanda que es un derroche de vitalidad y de energía mal encauzadas. Tennesse Williams lo dejó escrito: «Amanda no es una paranoica, pero su vida es una paranoia”. Este montaje, además de la actuación superlativa de Silvia Marsó, deja un hecho destacadísimo: La interpretación de la joven actriz Pilar Gil. Su personaje transmite toda la desolación, la debilidad y la soledad que Tenesse Williams describe en su texto sobre Laura, esa chica acomplejada por su cojera, incapaz de relacionarse socialmente, que se refugia en su colección de figurillas de cristal, día a día, aislada de la vida, para moldear una soledad que el paso del tiempo cubre de polvo pero a la que ella saca brillo pacientemente, cariñosamente. Pilar Gil incluso da un paso más sobre la descripción del personaje que formula Tennesse Williams: No se siente sola, sino que se ha inmunizado trágicamente contra la soledad. Los recuerdos ya no le duelen: la hielan.

Tennesse Williams en estado puro, pues. Porque este montaje quedará escrito en la memoria de los espectadores como ahora recuerdo aquel sensacional «Panorama desde el puente” -de Arthur Miller- estrenado en 1980 en el teatro Marquina de Madrid, con un colosal José Bódalo que trataba de levantar desafiante una silla aferrado a una de sus patas con la mano derecha con toda la decadencia que transmitía el personaje, o «La noche de la iguana”, de Tennesse Williams, con aquellos personajes ensimismados y con la vida adormecida por el calor y la pérdida, con un sensacional Tomás Gayo, en 2011 en el Gran Teatro de Huelva. Y ahora este «Zoo de cristal” en un pisito de un suburbio neoyorquino, que Tennesse Williams nos explica: «En todos esos enormes edificios arden siempre los lentos e implacables fuegos de la desesperación humana”.

Teatro en estado puro.