Bradley Cooper interepreta a un novelista frustrado que se atreve con una droga experimental que eleva su coeficiente mental al cielo

Desde «El resplandor», «Barton Fink» o «Adaptación» y con Jack Nicholson, John Turturro y Nicolas Cage, el cine de Stanley Kubrick o los Coen ha mostrado una eterna fascinación por el bloqueo creativo de los escritores. Una última muestra de ello: «Sin límites», en la que un estúpido Bradley Cooper -considerado un sex symbol para la mujer inteligente- es un novelista frustrado que se atreve con una droga experimental que eleva su coeficiente mental al cielo. Generalmente estos personajes se dan a la bebida, se arrancan los pelos, hablan con muertos o se meten drogas. En este género, el autor más adaptado es Stephen King. Y es inolvidable, el terror de Shelly Duvall cuando descubre la tonelada de folios en blanco de «Johnny» Nicholson en «El resplandor».

En «Sin límites», Eddie Morra, un tipo bastante bobo, prueba una droga que le convierte en un cerebro superseguro que escribe una novela brillante en sólo cuatro días gracias a una automedicación que pone en marcha neuronas que generalmente no usamos. El guión sigue las teorías de la neuróloga Alice Weaver Flaherty acerca de que la inteligencia no está en el cortex, sino en el «limbic brain», sede del instinto. Lo escribió en «La enfermedad de medianoche: el impulso de escribir, el bloqueo creativo y el cerebro de la creación». Ella misma experimentó con drogas a la hora de escribir con resultados evidentes. Tras dar a luz sufrió de hipergrafía: exceso de escribir. No podía parar de hacerlo de forma compulsiva y se separó de familia y amigos.
En el caso de Eddie, una depresión de caballo y ansiedad, es la causa del bloqueo. Desde el momento en que escribir es la causa de la angustia, se producen los folios en blanco. Pero se ha comprobado en periodismo que cuanto mayores y más cercanas las fechas de entrega -con la subsiguiente entrega de cheque-, mejor se escribe. Como en el tenis. Cerca del match point y frente a una derrota, se erigen victorias. Una anécdota de un famoso escritor en una charla. Una tertuliana preguntóle cómo vencer al bloqueo y él contestó: pagar la hipoteca. Y quizá la fascinación del cine por personaje tan perdedor es que cualquiera cree que lleva un escritor dentro y tiene una novela guardada en la mesilla. Todos los «escritores» que Hollywood han producido creen firmemente que sus carreras, uniones sentimentales, casas, piscinas y fortunas dependen de un libro afortunado.
Generalmente, en estas historias, los escritores «enfermos» encuentran al final una aventura vital más elevada que rompe el maleficio. Es lo que se necesita: una aventura más importante que juntar palabras, una experiencia que cambie toda una vida y aleje de una novelita. Algo que exija una enorme imaginación y sentido de riesgo. «Sin límites» es por ello de obligado visionado, sin olvidar los ojos de Bradley Cooper, más azules que el agua de una piscina.