El teatro, el cine y la literatura se ocupan en los últimos años de un dolor terrible en la vida de cualquier persona: la muerte del padre. Como en “Inconsolable” (2017), una pieza honda y conmovedora del filósofo Javier Gomá. O “Sueño”, obra de deslumbrante tristeza de Andrés Lima. En cine, “No sé decir adiós”, que le valió en 2017 un Goya a la sensacional Natalie Poza. Y la reciente “El olvido que seremos”, basada en la novela de Héctor Abad Faciolince. O el libro de Cayetana Guillén Cuervo sobre la pérdida de su padre, Fernando Guillén, el actor que más veces interpretó a Don Juan Tenorio.

El monólogo “La cápsula”, de Diego Casado, que se acaba de estrenar en los teatros Luchana de Madrid, también profundiza, de manera poética, con un afilado humor triste, en una atmósfera de sueño/pesadilla pero en todo caso cálida, tras la decisión de un padre, Alfred, de subir a la cápsula que se lo llevará para siempre, porque el hombre, con las cosas de los viejos, de todos los viejos, se ha cansado ya de “ponerle nombre a sus dolores” y reclama que no lo dejen seguir envejeciendo. Y todo sobre un escenario de despedida, con aroma de desolación, con las cajas en las que Alfred había metido los objetos inútiles que coleccionó toda su vida, y las sillas colocadas una encima de otra, como en los bares cuando van a cerrar. Hay que deshacer la casa. El hijo, que al principio se ha definido como “frágil, inseguro y absurdo”, afirma: “Ese día supe que no quería perder a mi padre”.

Nicolás Scarpino, un reconocido y veterano actor argentino, despliega sobre las tablas un ejercicio interpretativo de primer orden, muy difícil, encarnando, con distintos tonos de voz, el personaje de Alfred, del hijo, y de una mujer con la que el viejo había tenido encuentros durante los últimos años. Además, Scarpino canta, y transmite el desolado humor que se produce en una obra que transita bajo una tormenta de poesía.

“Noviembre es un mes hermoso para morir”, dice Alfred. El texto tiene frases hermosas: “Detesto los finales de las cosas que solo deberían tener un principio”. O: “La cobardía puede ser todo un acto de heroísmo”. Y finalmente la cápsula vuela como en los juegos de los niños. ¿Es la eutanasia? Quizás no. En cualquier caso es poesía. Y otra extraordinaria reivindicación intelectual del dolor por la muerte del padre. “La cápsula” es de las obras que quedan en la memoria del espectador.