«Divinas palabras”, dirigido por José Carlos Plaza, se representa con éxito en el Teatro María Guerrero de Madrid

Mari Gaila, del que Francisco Umbral escribió que se trata del mejor personaje femenino de Valle Inclán, ha vuelto. La trae José Carlos Plaza, en la versión que ha hecho, absolutamente fiel al original, de «Divinas palabras”. La obra, protagonizada por María Adánez, se representa en el teatro María Guerrero de Madrid, y posteriormente emprenderá una gira que la llevará, entre otros sitios, al Gran Teatro de Huelva.

José Carlos Plaza, director de esta versión de «Divinas palabras”, considera que la obra significa «el cénit en el que el teatro español alcanza su máximo nivel, hoy en día no superado”. Y Francisco Umbral escribió que Mari Gaila es «la mejor y más adorable criatura femenina de las creadas por Valle”. La obra, efectivamente, es una exaltación de la frase bien construida, de narración teatral, de descripción de lo canalla en medio de un contexto poético, y de lo imprevisible. Teatro/teatro. También escribe Umbral: «’Divinas palabras” no supone el triunfo del latín sagrado sobre el mal, como se ha entendido siempre, sino el fracaso de la libertad en un universo aldeano de alma, regido por los muertos. Y sabemos que los muertos hablan siempre en latín”. La obra guarda dentro todo el talento de Valle, que no es Generación del 98 ni es calderoniano, Valle es Valle. Y esta pieza soporta toda su grandeza, sin mostrar ninguna costura, pese al paso del tiempo. En ‘Divinas…’ lo canalla triunfa sobre cualquier otro sentimiento, sea cual fuere. «¿Qué cisma traes a mi sangre?”, exclamará un personaje en la miserable disputa familiar por el carretón, fuente de sucias ganancias a través del muñeco idiota y goyesco. Porque se trata, sí, de una pieza eminentemente goyesca. Pero José Carlos Plaza ha potenciado la belleza y la poesía contenida en el texto hasta dar con imágenes hermosísimas, que complementan pero no compiten con la estética de la fealdad de la obra.

La pieza resulta dificilísima para cualquier actor, porque Valle reclamaba que el texto se dijera a gritos, retorciendo las palabras. Y a este reto se enfrentaron Bergman y Barrault, que dirigieron la obra, o Nuria Espert y José Tamayo. Y ahora José Carlos Plaza. «Divinas palabras” es la ejemplificación de cómo la libertad baja la cabeza ante la tradición, como también dice Umbral. Mari Gaila –excelente María Adánez- termina desnuda y temerosa al fondo del escenario. Al fondo de la vida. La miseria tuerce el puño a la libertad. Hay quien sostiene que no se despoja de la ropa para excitar, sino para asustar. Valle Inclán alanceó con «Divinas palabras” y otras obras el imperio de Echagaray, dominante en el teatro de su tiempo. Dicen que incluso prohibió a su esposa, actriz profesional, interpretar textos de Echegaray, al que maldijo en varios de sus escritos. Don Ramón María del Valle Inclán, decíamos.