Miguel Mihura (Madrid, 1905-1977) fue un solterón –como se decía antes- bastante mujeriego. Sara Montiel, cuando hace unos 20 años presentó su libro de «Memorias», sorprendió a todos al afirmar: “A mí me desvirgó Miguel Mihura”. Mihura y el amor/desamor. El profesor Emilio de Miguel escribió: “La pareja humana es, en efecto, su única fuente de dramatismo, la materia común a la que dará forma en cada obra”. Miguel Mihura renunció poco a poco a obras de elevadas pretensiones, después de que «Tres sombreros de copa», su primera pieza, una maravillosa pirueta del teatro del absurdo con matices madriles, tuviera que esperar durante 20 años en un cajón a su estreno. Mihura escribió obras que no son de tesis, sino de ocurrencias. “-¿Está usted muerto? –Prácticamente sí”. Pero en su teatro destaca la permanente crítica envuelta en seda a la falsedad de costumbres y conductas existente en España, al chismorreo que envenena la vida de unos y otros. Doña Paula, en “Maribel y la extraña familia”, afirma: “Porque si yo no he salido a la calle hace 60 años, desde que me quedé viuda, no ha sido por capricho, sino porque me daba vergüenza que me vieran todos los vecinos que estaban asomados a los balcones para criticar a todas las que salían”. Y Dorotea ironiza amargamente en «La bella Dorotea»: “Me caso con un sinvergüenza de Madrid que solo me quiere por dinero. Eso se dice en el pueblo (…) Aquí todos son enemigos”. Miguel Mihura alcanzó a describir como nadie el ambiente opresor de aquella España que, en parte, es todavía esta España.

Fue el gran maestro del teatro de situación, como en su día elogiaba la actriz Elisa Ramírez, que representó muchas de sus obras, entre ellas «El chalet de Madame Renard». Mihura escribía unos diálogos que a veces retuercen la lógica hasta irrumpir en un humor inexplicable y cálido. El crítico teatral José Monleón lo definió casi con una greguería: “El humor es el hijo civilizado del pesimismo en Mihura”. Enrique Llovet también lo expresó: “La risa provocada de Mihura se dirige a la inteligencia”. Porque Miguel Mihura, sí, se dirigió permanentemente a la inteligencia del espectador. En el Teatro Español de Madrid se ha estrenado, y saldrá de gira, «La bella Dorotea», un montaje que respira en la ternura, la poesía y la maravillosa melancolía de Mihura, en un espectáculo que respeta la atmósfera de la obra, los diálogos, y en el que sobresale una excelente interpretación de Manuela Velasco –la sobrina de doña Concha-.

Pero se echan en falta más reestrenos de obras de Miguel Mihura. Con la crítica a los chismosos que contaminan la existencia. Los diálogos se sustentan en una carpintería teatral perfecta y se desarrollan a veces en una atmósfera de suspense que Mihura recogió de las novelas de su admirado Simenon, que leía con el máximo interés y esperaba con impaciencia que llegaran a las librerías. La España actual es distinta a la de Mihura, sí, pero los vicios y algunas costumbres que asfixian la vida no han cambiado.

(Publicado en Andalucía Información)