«I, Daniel Blake», el cinismo mordaz de los prestatarios de ayudas sociales tratado con un humor muy negro
Ken Loach regresa a la competición del Festival de Cannes, donde fue galardonado con la Palma de Oro en 2006 con «El viento que agita la cebada». Sin descanso y cincuenta años después de «Cathy Comes Home», el británico de 79 años pone su sensibilidad al servicio de los más desfavorecidos, denunciando en esta ocasión el cinismo mordaz de los prestatarios de ayudas sociales. En «I, Daniel Blake» como en la vida, la sombría ferocidad de la administración no impide recurrir al humor negro.
Comida, calefacción, vivienda. Necesidades elementales desde la noche de los tiempos: Paul Laverty, cómplice desde siempre de Ken Loach, firma una vez más el guión de esta película, nacida de la consternación de los dos hombres frente a la actitud deliberadamente cruel de la administración. La cólera provocada por esta política de instrumentalización de la pobreza ha exhortado al cineasta a volverse a colocar detrás de las cámaras, poco después de «Jimmy’s Hall» en 2014.
Entre el personaje de Katie (Hayley Squires), joven madre soltera de dos hijos, y el de Daniel Blake (Dave Johns), carpintero viudo cincuentón, nace una solidaridad tan singular como realista, con el severo telón de fondo de la Seguridad Social. Narrando los desengaños en ocasiones cómicos de este dúo improbable, cuya vida se ve transformada por la precariedad, Ken Loach se centra, como es su costumbre, en mostrar la vulnerabilidad de la clase obrera.
«Frente a una administración tan lamentablemente estúpida, tan abiertamente decidida a volverte loco, experimentamos una terrible frustración que puede dar lugar a auténticas escenas de humor negro», ha dicho Loach.
Con Hayley Squires y Dave Johns, humorista reputado, el cineasta se ha rodeado de actores procedentes de este entorno, esforzándose por mantenerse lo más apegado posible a la realidad. El personaje de Dan, que ha querido mostrar como «sensible y escéptico» pero sin caer en la «caricatura del proletario», contribuye a crear una película sensible, rodada en solo cinco semanas en Newcastle, en el noreste de Inglaterra.