Y ahí estábamos los adolescentes de cuando entonces, principios de los 70, atiborrados de «mirindas», de naranja o de limón, porque en la chapa de cada envase de aquel refresco aparecía una letra (la «d» era la más difícil) y al formar por completo la palabra MIRINDA regalaban un disco, y nosotros, en aquel Jaén abrileño y risueño de primavera, elegíamos, claro, un disco de Karina, la jiennense que cantaba a esas flechas que se clavan una vez y una vez más por la televisión marca Reyfra en blanco y negro recién comprada en casa, Karina, sí, a la que admirábamos o de la que estábamos perdidamente enamorados. La calle Maestra de Jaén era en ese tiempo como ahora la calle Larios de Málaga, o Sierpes de Sevilla, o Concepción de Huelva, un hervidero de ciudadanos que iban y venían, con el ciego que cantaba “las cuarenta iguales”, y unos metros más arriba, en la calle Martínez Molina, había saludado con estrépito a Rafael, el carbonero, “Rafael ¿quieres café?”, y la gente que se paraba en los escaparates de las tiendas, la joyería Samaniego, la sastrería Frámit, Casa Donato (“más barato Donato”, decía el anuncio radiofónico), o miraban la cartelera del cine Darymelia, donde parecía habitar entre tinieblas Charlton Heston. Karina paraba poco por Jaén, porque andaba por España y por el mundo con sus canciones, eurovisiva y rubia. “Las rubias son más pecado”, había dicho Alfred Hitkchcock. Pero Karina no nos parecía más pecado, sino como escribiría tiempo después Francisco Umbral de Ana Belén, un amor.

Ahora abrimos el baúl de los recuerdos y la melancolía araña, como escribió José Luis Martín Prieto. Pero Carlos Rivera, profesional de la comunicación teatral, informa de que el próximo abril se estrena en el madrileño Teatro Luchana el musical “Yo soy Karina” (ya están a la venta las entradas), en el que la artista recordará sobre las tablas historias de su vida entre canción y canción, acompañada por el actor Carlos Manuel Díaz, su primer marido, y por el pianista Yeyo Bayeyo. “Una función en tono de comedia cargada de mucha música y recuerdos”, indica el programa. Y Karina añade sobre su reencuentro con Carlos Manuel Díaz: “El teatro nos unió, la vida nos separó y el teatro vuelve a unir nuestro destino”.

Karina en los amplios reportajes que publicaba el diario Pueblo de Emilio Romero, con esas fotos en sepia que nosotros recortábamos y guardábamos. Karina deslumbrante en aquella noche del Eurofestival, cuando quedó en segunda posición, y todos seguimos la votación con la dramática emoción de si se tratara de un partido en el que estuviera en juego el ascenso del Real Jaén a Primera o a Segunda División. Vuelve porque nunca se ha ido la Karina/mirinda de nuestra infancia y adolescencia. Karina retorna al teatro para cantar al amor en la sociedad del desamor. O del poliamor. Ella lo había advertido: “No, no somos ni Romeo ni Julieta…”. La industria discográfica ha buscado otra Karina, pero han pasado décadas y Karina solo ha habido una, la de aquel remoto Jaén abrileño y risueño escondido en la memoria desde donde soñábamos con un mundo nuevo.

(Publicado en Andalucía Información)