Manuel Galiana protagoniza «Testigo de cargo» en el teatro Amaya de Madrid

Agatha Christie escribió el relato ‘Testigo de cargo’ en 1948, fue llevado al cine por Billy Wilder con aquella interpretación colosal de Charles Laughton y Marlene Dietrich en una película memorable, y ahora Manuel Galiana -inmenso sobre las tablas- y Paca Gabaldón, han repuesto la versión teatral de esta obra en el teatro Amaya de Madrid, año y medio después de que se estrenase en el Muñoz Seca.

Eduardo Haro Tecglen, que fue crítico teatral de El País, decía que en el teatro las cosas se muestran, no se cuentan. Y esa es la principal virtud de este montaje: su capacidad de narrar, algo que se está perdiendo en el teatro. La función tiene la atmósfera inquietante y llena de intriga de las novelas de Agatha Christie. Es un juego con las palabras y con la verdad. Un ejercicio en busca de lo auténtico pero en el que al final triunfa lo falso. En «Testigo de cargo» los sentimientos y las emociones se llevan hasta las últimas consecuencias.
Manuel Galiana está a la altura del extraordinario actor que ha sido siempre. Queda en el recuerdo aquel mano a mano con José María Rodero en el «Veneno del teatro», en 1984, que protagonizaron en el teatro María Guerrero. O su interpretación colosal en «Tres sombreros de copa», en el mismo escenario. Toda una vida dedicada al teatro. Llenando de humanidad a los personajes que interpretaba. Gran actor.
Paca Gabaldón responde bien a un personaje lleno de matices, pero se inspira algo en el recuerdo del trabajo que en su día hizo en el cine Marlene Dietrich -lo que rehúye Galiana, que lleva a su personaje por un camino distinto al de la película y próximo al del relato de Agatha Christie-, y Marlene Dietrich era inigualable. A veces, Paca Gabaldón sobreactúa. El resto del reparto, sobre todo Lidia San José, Antonio Vico y Pablo Martín, cumplen con esmero su trabajo.

«Es una mujer extraordinaria, una mujer muy peligrosa. Las mujeres son el diablo cuando van a por uno”, dice el protagonista, el abogado sir Wilfrid. Pero no ocurre así en una mujer extraordinariamente enamorada. Las personas no son lo que aparentan. Agatha Christie en estado puro.