La primera cineasta en ser reconocida con el galardón honorífico mantiene un encuentro con los medios en la Academia
Josefina Molina, primera mujer que consiguió el título de dirección en la Escuela Oficial de Cinematografía de Madrid, ha mantenido este lunes un encuentro con los medios de comunicación, incidiendo en que «en la época en que yo intenté hacer cine no era fácil, pero hay que luchar contra la inercia. El trabajo siempre es doble en el caso de las mujeres: atender a tu profesión y a tus tareas; eso implica que si vuelcas tus esfuerzos en uno de los dos caminos, tienes que prescindir de lo otro en cierta medida”.
La cineasta cordobesa, que asegura que en su discurso no hará una larga lista de agradecimientos y que será muy breve, siempre ha simultaneado el cine con el medio televisivo y afirma que, «aunque a algunos de mis compañeros trabajar en ese medio les parecía una especie de bajeza, se dieron cuenta que se podía hacer llegar la cultura a un país que entonces casi no tenía acceso a ella”. Le cuesta ahora enfrentarse a dialogar sobre sus largometrajes: «Soy muy autocrítica y muy perfeccionista. Los directores hacemos las películas, pero nos cuesta hablar de ellas porque lo que tenemos que decir lo decimos a través de las historias. Si tuviese que mencionar una constante en mi carrera podría ser que siempre he hablado de la libertad de las mujeres para tomar su camino”.
Siempre preocupada por la situación de ellas en la industria del cine intenta analizar el porqué de la baja presencia femenina en el sector: «Se las ha metido en el cajón de mujeres directoras, y a los hombres se les valora por su individualidad. La Asociación de Mujeres Cineastas (CIMA) hizo un estudio que determinaba que las cineastas eran solo un 7%, y esto no es porque no haya talento o no estén comprometidas con su realidad – las mujeres hacen un cine más próximo a los problemas –. Está claro que no se puede ver la vida desde un único punto de vista, hay que hacerlo desde todos los ángulos». Se muestra, de todos modos, confiada en el futuro: «Aunque ha surgido sin que nos demos cuenta una reacción de viejos fantasmas que no quieren que las mujeres rompan el techo de cristal, creo que hay jóvenes que tienen mucha preparación y unas ideas muy claras. Ha sido muy enriquecedor para mí el contacto con las mujeres de CIMA, ellas tienen un diagnóstico muy acertado”. Molina es Presidenta de Honor de CIMA.
«Desde que abandoné mi carrera me he dedicado a vivir. Hay un momento en que te das cuenta del cambio generacional, no estás dispuesto a transigir con ciertas cosas y llega un punto en el que traspasas tus intereses. Eso sí, la curiosidad me ha podido siempre”, respondía rotunda Josefina Molina ante la cuestión que le planteaba a qué había dedicado su tiempo desde que dirigió Entre naranjos en 1997. Se muestra nostálgica al recordar que «en todos los rodajes hay un componente de azar inevitable, siempre es un milagro que el plano salga. Aunque el desbarajuste sea tremendo, la gente se pone las pilas y cuando el director dice ‘acción’ no se cómo todo sale perfectamente. Es como si las telepatías funcionasen…”
«Es fácil que un hombre con 75 años pueda hacer cine (Vicente Aranda, Manuel de Oliveira…), pero no tanto una mujer, no creo que podamos encontrar el apoyo financiero. A día de hoy me gustaría hacer cosas que ya no se pueden, como por ejemplo un cine político: hablar de la situación que vive mi país y analizar por qué se vota tanto a la corrupción”. Respecto a la situación de crisis que se vive hoy día está convencida que «hay alguien que está muy preocupado en que tengamos muchísimo miedo. Creo que vivimos un momento revolucionario en el sentido de poder volver las cosas del revés. Las mujeres podemos aportar mucho porque el mundo no puede seguir tan inhóspito; nosotras tendríamos que luchar por hacer un mundo más amable, vivible y duradero. El mercado, que hay quién cree que es el oxígeno de la sociedad, se ha convertido en un monstruo que nos utiliza y nos tira después”.