EL ACTOR RECIBE EL PREMIO NACHO MARTÍNEZ DEL CERTAMEN ASTURIANO
¿Por qué José Sacristán es actor? Esa pregunta se la lleva haciendo buena parte de su vida el flamante Premio Nacho Martínez. Y aún hoy no puede responderla, pero esta mañana en el Festival Internacional de Cine de Gijón, sí nos ha dicho algo sobre su oficio: «Es la razón de mi vida”. Una razón o «un juego maravilloso” que «hace creer al otro que eres el que no eres”. Y así lleva más de medio siglo, jugando.
José Sacristán recibió anoche uno de los grandes premios del Festival de Cine de Gijón. El de Chinchón recordó con admiración y respeto a Nacho Martínez: «Tuvo una carrera corta, pero demostró que era un gran actor”. Coincidieron en el rodaje de «El viaje a ninguna parte», pero no compartieron escena. Pero años después, un «conflicto chungo” entre la TVE de Pilar Miró y la Unión de Actores les colocó en el mismo plano y ahí tuvieron ocasión de darse la réplica. «Fue un hombre leal, consecuente… Un amigo”.
A José Sacristán el cine le comenzó a fascinar cuando, siendo un niño, su primo Venancio le llevaba a ver películas desde delantera de gallinero. Dice que en ese momento vivía en una suerte de Edad Media que era la Castilla campesina de los 40, así que se creía todo lo que veía en la pantalla. Tiempo después se enteraría que aquello que tanto le deslumbraba «era un oficio”, y ese oficio acabaría siendo el suyo.
Con ese tono de voz erosionado por «los años y el tabaco”, Sacristán contó sus pinitos como tenor ligero («fui Cardona en Doña Francisquita”) para argumentar uno de sus deseos confesables: «Ser tonadillera, me hubiera gustado ser Juanita Reina”. La copla quizá perdió una gran voz, pero el cine y el teatro español ganaron a un grande, que, bromas aparte, reconoció tener «una herramienta vocal que no está del todo mal y creo saber manejarla”.
Como maneja su carrera. ¿Qué papeles le gustan? ¿Por qué elige unos y no otros? «Ahora rechazo los que se caen por un barranco, luchan con leones…” Después de las risas, aclara que le tienen que gustar la historia y el personaje y que ese trabajo lo pueda combinar con la vida. «La buena historia viene ofrecida por gente con la que merece la pena trabajar”. Ahora muchos director jóvenes le reclaman: «Ellos apuestan por mí. Estoy muy contento pero no sólo por el trabajo, sino por participar de esos proyectos”.
Cuenta José Sacristán que es más difícil hacer de imbécil que de Don Quijote. «Lo difícil es hacer creíble una historia estúpida”. Lo importante, reflexiona, es que aparezca el personaje. Los personajes, por cierto, se le siguen apareciendo. Y no sólo en sueños, sino en una industria, la española, complicada. «Hacer películas en España es igual que ser torero en Islandia”. Más risas, claro.