«Quién lo impide», es el título de la nueva película que Jonás Trueba («La virgen de agosto») ha presentado en la competición de la 69 edición del Festival de San Sebastián. Una historia, entre el documental, el docudrama la ficción, generacional, que habla de una generación, la suya, y que de alguna manera se empareja con la producción argentina «Camila no duerme en casa esta noche», presentada en los primeros días del festival y que también efectúa una mirada a la nueva generación emergente.

«Quién lo impide», de tres horas y media de duración, dividida en tres partes que se hacen cortas , es una llamada a transformar la percepción que tenemos sobre la adolescencia y la juventud; la de los milenials, aquellos que nacieron a principios del siglo XXI y acaban de hacerse mayores de edad; los que ahora parecen culpables de todo a la vez que ven mermadas sus esperanzas.

Entre el documental, la ficción y el puro registro testimonial, los jóvenes adolescentes se muestran tal y como son pero como pocas veces los vemos o nos dejan verlos: aprovechando la cámara de cine para mostrar lo mejor de sí mismos y devolvernos la confianza en el futuro; desde la fragilidad y la emoción, con humor, inteligencia, convicciones e ideas. Porque la juventud que nos habla de amor, amistad, política o educación no está hablando solo de lo suyo, sino de lo que nos importa siempre, a cualquier edad. Quién lo impide es una película sobre nosotros: sobre lo que fuimos, lo que somos y lo que seguiremos siendo.

Estamos ante la película más lúcida y elaborada del hijo de Fernando Trueba, que por momentos resulta apasionante y que es un eficaz retratro generacional, una historia muy honesta en la que no aparece ningún adulto, salvo una esporádica imagen de una profesora, que transcurre durante un lustro. Película que abre una nueva visuón de los milenials, que debería figurar en el palmarés si el jurado tuviese la suficiente sensibilidad.