EL ACTOR ESPAÑOL POSA PARA THE NEW YORK TIMES Y HABLA CLARO

Chaquetas de Tom Ford, pantalones de Yamamoto y camisas de pijama (¿homenaje a Julian Schnabel, amigo y mentor?) de los exclusivos almacenes neoyorquinos Bergdorf Goodman y las fotografías de Jean-Baptiste Mondino sirven a los lectores norteamericanos del New York Times la moda del otoño de este año de la mano y cuerpo del actor de moda, Javier Bardem, Oscar al mejor actor secundario por su megavillano Anton Chigurh de «No es país para viejos».

El reportaje titulado «Portrait of a Lady Killer» (Retrato de un asesino de mujeres) y subtitulado «A full Cry» se abre con un primer plano de Bardem, sin afeitar y derramando lágrimas. La entrevista corre a cargo de Lynne Hirschberger. En ella, muchas perlas «bardemianas» en una conversación a propósito del estreno estadounidense de «Vicky, Cristina, Barcelona», de Woody Allen, que ha coprotagonizado con Scarlett Johansson y Penélope Cruz. Apropósito del film, Bardem comenta la consciente decisión de asumir un protagonista en una comedia romántica por primera vez en 20 años de carrera: «tras el personaje de Chigurh, un tipo que viene de ninguna parte, un trabajo de mucho aislamiento…soy ese tipo que está con las tres bellezas. pensé que nadie lo creería. Cada mañana, les decía a los del equipo de maquillaje, «venga, haced un milagro»». Acerca de su debilidad por personajes complejos. El Chigurh de los hermanos Coen, su mayor reto: «Anton tiene ante sí una misión que se escapa de su control. Alguien que ha elegido por él su destino. Elegí interpretarlo como alguien que jamás había tenido una relacioón sexual. un hombre que detesta los fluidos humanos, incluso los propios.No quiero entrar en muchos detalles pero imaginé cómo se masturbaría…una vez al mes. En la oscuridad y con una almohada. Muy limpio». Acerca de crecer en Madrid amando los filmes norteamericanos: «no creo en Dios, pero sí en Al Pacino.Un actor que emite tanta verdad que me ayuda a comprender mejor el mundo a través de sus interpretaciones. Cuando veo una buena interpretación, me siento mucho más vivo».
«Mi madre me consiguió un trabajo en una serie de televisión cuando tenía 6 años. Me entusiasmó inmediatamente. Cuando tenía 13 años, estuve dos meses haciendo teatro. Pero creo que mi debut real se produjo antes, cuando era monaguillo. Hay un momento en que estás sólo Cristo y …tú». (Risas) Acerca del dinero: «me suelo tomar un año de descanso entre películas. Los actores somos vagos por naturaleza. Algunos actores necesitan trabajar por dinero. No es mi caso. No es una prioridad, no necesito grandes casas ni coches. Y dado que soy un tomate a la venta en un mercado, tengo un precio. Me tienen que pagar mi precio pero eso no es una prioridad para mí». Acerca de las reacciones en España a su éxito americano: «Los españoles son exigentes. Hay quien ha dicho que me he vendido. pero no puedes caerle bien a todo el mundo. Después de los Oscar, regresé a Madrid, que es donde vivo, quería volver al mundo real. Tras una expriencia como los Oscar cambias un poquito, pero la gente que te rodea cambia enormemente. Tienes que ganarte a la gente de nuevo, demostrarles que eres el mismo tipo estúpido y limitado que conocieron». Acerca de las escenas con Penélope Cruz en español y la reacción de Woody Allen: «Nos dijo lo que quería que dijésemos y nos dejó improvisar. despues de gritar ¡corten! le preguntábamos si le había gustado. Y él decía: «No lo sé. Supongo que sí» es como si yo tuviera que actuar enn chino…¿cómo voy a saber si lo hago bien o no?» Acerca de si la fama le ha cambiado la vida: «No. Mi vida es básicamente la misma. Si me pongo una gorra y gafas de sol, puedo ir a cualquier parte. Lo que no puedo…es cuando en las entrevistas me hacen preguntas privadas. No entiendo por qué cierta gente necesita saber detalles privados de otras personas. Y ahora, está todo fuera de control. Para mucha gente, la prensa es el enemigo». Y el legado de «No es país para viejos»: «No había empuñado jamás un arma y ahora lo sé hacer. No sabía conducir y ahora, sí. Mi inglés era regular, pero mejoró tanto que hasta soñaba en inglés. los actores no aprendemos porque queremos, aprendemos porque lo tenemos que hacer. Me gustaría tener que interpretar a un cocinero para poder así algo que merezca la pena ser comido». Para «Vicky, Cristina, Barcelona» e interpretar a un pintor no tuvo que aprender: «de los 19 a los 23 años estudié pintura. Trabajaba de extra en las películas para poder comprar pintura. Ahora, pinto en secreto.»