UN CORTOMETRAJE DOCUMENTAL SOBRE el dramático proceso de desertización del Mar de Aral

La directora Isabel Coixet ha estrenado en el marco del Festival de San Sebastián «Aral, el mar perdido», un cortometraje documental de 26 minutos que explica el dramático proceso de desertización del Mar de Aral en Asia Central. La película está producida por la fundación We Are Water.

Narrada por Sir Ben Kingsley, El Mar de Aral era una mancha azul cobalto en el mapa que estaba colgado de la pared de la clase en los viejos colegios. Una mancha que empezó a hacerse más pequeña. Más pequeña. Más pequeña. Hasta que un día fue sólo una sombra de lo que fue. Isabel Coixet recuerda: «Me preguntaba qué había pasado con el Mar de Aral. Con las playas. Con los peces. Las gaviotas. Los enamorados que habían paseado a su lado. Las puestas de sol. Los niños que habían aprendido a nadar desafiando las olas. El sonido de éstas chocando contra el malecón». Y, claro está, con los pescadores, las fábricas de conservas, las lonjas, los puertos, los barcos, la vida que nace del mar y se alimenta de él, el olor a salitre y a brea.
Hacía falta algodón. O al menos eso decidieron las autoridades soviéticas. Había que plantar algodón donde fuera para servir de algodón a toda Rusia, aunque para ello, el mar de Aral «tuviera que morir” como un soldado en la batalla. Y así se hizo. Hace cuarenta años, se desviaron estos dos ríos, el Amu Daria y el Sir Daria que desembocaban en el mar de Aral tras recorrer más de 2000 kilómetros, para regar inmensos campos de algodón. Pero las canalizaciones se hicieron a toda prisa y con materiales de mala calidad que hicieron que el 70 por ciento de sus caudales se perdieran. Durante décadas el Mar no recibió prácticamente agua y empezó a evaporarse rápidamente. Su extensión es hoy menos de la mitad de hace treinta años y el nivel del agua se ha reducido en un 75%. Los fertilizantes químicos que se utilizaron para acelerar el crecimiento del algodón han convertido esta zona en una de las más polucionadas del planeta. Los niveles de enfermedades, malformaciones, mortalidad infantil y cánceres linfáticos son de los mas altos del continente. Y, por supuesto, ya nadie quiere algodón.
«Cruzamos esta tierra dura con incredulidad. Nadie que no conociera la historia de la zona podría jurar que este valle seco y hostil fue un mar lleno de vida donde abundaban los lucios, las carpas, los esturiones, las algas. Que en este lecho de tierra, durmieron, no hace tanto, millones de toneladas de agua donde navegaban los barcos y pescaban las gaviotas. Trescientos kilómetros de viaje por un espejismo de olas y mareas», dice Isabel Coixet. «De cuando en cuando, nos encontramos con extrañas filas de arbustos secos: la única prueba de los intentos que se hacen para que la zona no acabe definitivamente en la completa desertización. Pero nos tememos que esto no es más que una gota de agua en el mar».
La película está producida para la fundación «We Are Water»