Lo malo es cuando una persona empieza a vivir en el futuro: en su futuro. Porque entonces ya sólo tiene pasado. Pedro Villora (dramaturgo) y Alberto Frías (director) nos presentan en la obra “María Callas Sfogato” a la diva en un momento de atardecer, solitario, gris, reflexivo, cuando el amor se ha ido no porque nadie la ame ya, sino, como explica, porque ella es incapaz de amar. María Callas (New York, 1923-París, 1977), apartada en un piso parisino, sin voz, crepuscular, llena de recuerdos, exuberante de tristeza e ironía. Fuera esperan curiosos y periodistas. Dentro espera la muerte.

Esta función es una explosión de arte. Arte por todos sitios. En las palabras del personaje de la mezzosoprano. En la colosal escenografía que adorna la honda decadencia de la historia. En la voz sublime de Eva Marco, que canta en directo los temas más recordados de la Callas. En la impresionante interpretación hacia el interior, hacia el dolor, de una colosal Mabel del Pozo –en un momento cumbre de su carrera de actriz-. Todo junto, bien hilado. Todo hermoso. Palabra, música e intérprete. Teatro.

María Callas es permanente actualidad. Pero ahora, más. Acaba de publicarse en Akal el libro “María Callas. Cartas y memorias”, con edición de Tom Volf. Y se representa en el Teatro Infanta Isabel de Madrid esta obra, que viene de otras salas e iniciará gira por España. La Callas recuerda aquí a los hombres de su vida. A su marido, Batista, que la ayudó a triunfar pero quizás le quitó dinero. Y al armador griego Aristóteles Onassis, aquel tipo con foto semanal en la revista Garbo de cuando entonces, que era una bestia vestida de smoking. “¡Inculto, Aristo, un hombre malo!”, exclama la Callas en la obra. Y Bruna (Anabel Maurín), su ama de llaves, quizás la persona que más próxima estuvo a su intimidad, apostilla: “¿Quién se acordaría de Onassis si no apareciera en las biografías de María Callas?”.

Y dirá la Callas –presumiblemente Pedro Villora ha obtenido muchas de las frases de las cartas y memorias de la diva-: “¿No se dan cuenta de lo cansada que estoy de ser María Callas?”. O bien: “¿Qué es lo que quiero de los demás?: Respeto”. Y: “No se triunfa si no es en el Scala y en el Metropolitan después”.

La obra tiene la atmósfera emotiva y sombría de aquella maravillosa y remota “Doña Rosita…” protagonizada por Nuria Espert con dirección de Jorge Lavelli en 1979 en el María Guerrero. De las personas que ya se han ubicado tristemente en el futuro. Dice esta María Callas/Mabel del Pozo: “Tengo 53 años, no pienso morirme mañana”. Sí murió aquella mañana. Pero ahí sigue María Callas, viva en su leyenda de música y desamor.