«Famélica» se repone en el Teatro del Barrio de Madrid

«Famélica», de Juan Mayorga, es una obra interesantísima, difícil, llena de humor y, al mismo tiempo, extraordinariamente amarga. El pasado domingo se repuso en el Teatro del Barrio de Madrid. Juan Mayorga (Madrid, 1965) es un dramaturgo estratosférico. Sus obras se han traducido a más de 30 idiomas.

Juan Mayorga tiene actualmente en cartel a alguna de sus piezas en nueve países del mundo. Mayorga, filósofo, matemático, ensayista y autor teatral, supone un caso insólito en la reciente historia del teatro español: se trata de una persona en permanente estado de creatividad que ha roto todas las barreras.

«Famélica» profundiza en las relaciones laborales, pero en el subsuelo de la obra subyace una historia compleja: el enfrentamiento entre comunistas y anarquistas que se ha dado en momentos claves de la historia de España, y que provoca el acceso al poder del peor dirigente posible. En «Famélica» unos cantan «La Internacional» y otros «A las barricadas», y ese pulso lleva al lugar donde se adoptan las decisiones a una persona vacía pero que ha aprendido un guión vulgar para lograr el poder: «Regeneración, regeneración y regeneración”. Comunistas y anarquistas son finalmente aplastados.

Hay además en «Famélica» una mirada llena de afecto, incluso de homenaje, hacia los actores. La obra, ya está dicho, es compleja, cada palabra tiene un significado en el contexto general de la pieza, y contiene numerosas referencias literarias y políticas. Se ha escrito que Mayorga hace un teatro político. También puede afirmarse que hace un teatro intelectual. El propio autor lo ha dicho: «Creo que deberíamos hacer un teatro tal que de él huyesen los cobardes, un teatro tal que cuando un cobarde viese una sala teatral, se alejara de ella, porque allí podría esperarle algún peligro”.

«Famélica», pues, admite una gran diversidad de lecturas. El asunto fundamental de la obra es el de las sociedades secretas. En un momento determinado (no siga leyendo si no quiere que le revelemos algo fundamental de la obra) los actores abandonan el teatro y salen a la calle. Así se cumple una de las ideas esenciales de este dramaturgo sensacional: el teatro debe tener una capacidad transformadora.