Francisco Umbral escribió en referencia a José María Pemán que “casi todos los escritores de su generación ganaron la guerra y perdieron los manuales de literatura”. Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, ligeramente anteriores a esa generación, también perdieron los manuales de literatura. Pero de vez en cuando rescatan sus obras actores como, ahora, Alfonso Sánchez, Carmen Canivel, Alberto López y Antonia Gómez, para demostrar que, con una inspirada interpretación y una dirección acertada, a los textos de estos dramaturgos de Utrera no se les ven las costuras, ni las teatrales ni las otras –sobran explicaciones a buenos entendedores-, sino que sobresale en el escenario un teatro bien construido, hermosamente escrito, de diálogos ocurrentes y chispeantes, llenos de genio e ingenio, con situaciones divertidas, y un agradable fondo risueño: unas obras impecables, como se decía antes, en la carpintería teatral.
Y los intérpretes actúan con salero, gracia, desparpajo y duende: con mucha Andalucía dentro. Gusta escuchar tanto acento andaluz auténtico y no impostado sobre las tablas del patio del madrileño Teatro Quique San Francisco, donde se representa “Homenaje a los Álvarez Quintero”. Con giros andaluces, que agrada recordar a los que viven desde hace tiempo fuera de su tierra: “¿Esto qué es lo que es?”. Hay un escrupuloso respeto al texto de los autores, aunque claro, sean más íntimos que cuando entonces los abrazos entre personajes chico y chica, y haya lo que el ya fallecido crítico teatral Lorenzo López Sancho llamaba “un buen escotazo”. Cosas de las que la vieja censura estaba muy atenta.
En “Homenaje a los Álvarez Quintero” –en el 150 aniversario del nacimiento de Serafín, el mayor de los hermanos- se representan los sainetes “El cerrojazo”, “Fea y con gracia”, “Filosofía alcohólica”, “Sal gorda” y “Ganas de reñir”. Y se hace desde la premisa que siempre exigieron los autores: desde un radical respeto al público. Alfonso Sánchez –también director del montaje- tiene cambios en el tono de voz que recuerdan a Rafael Álvarez ‘El Brujo’. Colosal en su monólogo “Filosofía alcohólica”. “Que en la Luna no hay mujeres y hay caseros hasta en Marte”, se lamenta el sufriente protagonista, trago a trago, mientras “se achispa” en el tabernón bajo el peso vital de sus seis hijos y de los seis meses que adeuda al casero. “Tiene usted gracia por 14”; “pero soy fea por 15”, dicen en “Fea pero con gracia”. Todo está bien resuelto en este montaje suave, entrañable y refrescante. La función se hace corta pese a que dura casi dos horas. “La vida hay que bebérsela a tragos”. Compadres.