El cineasta surcoreano Kim Ki-duk ha fallecido a causa del coronavirus en Letonia. Fue el primer director surcoreano en alcanzar gran pupularidad en occidente gracias a películas como «Hierro 3», «La isla», «Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera», «El arco», «Samaria», con la que logró el Oso de Oro del Festival de Berlín, o «Pieta» que fue reconocida con el León de Oro de Venecia.

Kim Ki-duk nació en Bonghwa, un pueblo montañoso al norte de la provincia de Kyungsang, en Corea del Sur, el 5 de Febrero de 1961. Al cumplir 9 años, se trasladó a Seúl con sus padres. Tras la expulsión de su hermano mayor del colegio, se vio obligado a dejar el colegio para matricularse en una escuela de agricultura. A los 17 años, comenzó a trabajar en fábricas y a los 20 se unió a la marina, donde permaneció cinco años cumpliendo el servicio militar.

En 1990, una vez cumplido el servicio militar, se trasladó a Francia, donde estudió Bellas Artes y pasó dos años pintando en una iglesia (afición que adquirió en la marina), con la intención de hacerse un predicador. Durante su estancia en París, sobrevivió con lo que ganaba vendiendo sus pinturas en la calle.

La llegada de Kim Ki-duk al mundo del cine, comenzó de una manera bastante diferente a la seguida por la mayoría de cineastas. «Un día, descubrí el mundo de cine, y decidí meterme en el”, afirmó. Nunca recibió ningún tipo de educación académica ni formación sobre la realización cinematográfica, ni siquiera llegó a ejercer como ayudante de dirección ni meritorio. Todos sus conocimientos y aprendizaje los adquirió haciendo películas, experimentando con el medio, al mismo tiempo que aprendía. Esto es precisamente lo que le permitió desarrollar una total libertad a la hora de ponerse detrás de la cámara para abordar sus películas.

Sus primeros logros los consiguió como guionista. En 1993 ganó el premio al Mejor Guión con a «A Painter and A Criminal Condemned to Death», concedido por el Instituto de Guionistas. Y en 1995, un año antes de debutar como director, Kim Ki-duk obtuvo el premio otorgado por Korea Film Commission por su guión de Jaywalking. Desde que en 1996 debutara en la dirección con «The Crocodrile», Kim Ki-duk, rodó a una velocidad impresionante de película por año, creando una serie de filmes caracterizados tanto por su perspicaz visión del comportamiento humano como por su imaginación poderosamente lírica y visual. Sus películas pueden ser consideradas como escritura autobiográfica con una cámara. Por eso, no dudó en describir todas y cada una de sus películas, como una “secuencia” de la totalidad de su obra. Para Kim, su vida, sus películas y la crueldad estaban íntimamente relacionadas. La cruel realidad que expresa, a través de sus films, puede ser temida por los espectadores y aborrecida por los críticos. Aunque la energía que inunda sus películas, debería ser reconocida como oscuro e injusta, esto por si solo no podría ser el asunto de sus obras.

El cineasta explicó en alguna ocasión que para él la realización es «un proceso para transformar y llegar a entender sus propios malentendidos”. En su segunda película («Wild Animals», 1997), el director explora al enemistad existente entre el Norte y el Sur de Corea, a través de la relación de dos coreanos exiliados en París. En «Birdcage Inn» (1998) se adentra en las diferencias existentes entre las distintas clases sociales. Cuatro años después de su debut en la realización, con su cuarta película, «La isla», una provocativa historia de amor contemporánea, el realizador consiguió el reconocimiento internacional.