Director de «Platero y yo» y «Las gallinas de Cervantes», fue uno de los pioneros de TVE y deja una valiosa obra literaria

Alfredo Castellón Molina ha muerto este miércoles 13 de diciembre en Madrid, a los 87 años. Enfermo de corazón desde hace años, llevaba varios días ingresado con un grado extremo de debilidad: hace muy poco, con dificultades para moverse, tuvo arrestos para presentar su último libro en el Centro Aragonés de Madrid: «Apólogos», una colección de aforismos, microrrelatos y poemas en prosa donde rendía homenaje a su padre, a su madre e incluso a «algunos equívocos sin importancia”.

Nacido en Zaragoza en 1930, de joven practicó atletismo, estudió Derecho y viajó por Europa. Perteneció a la generación de Alberto Portera, José Luis López Zubero, Paco Uriz y José Luis Borau, y acabó inclinándose hacia el cine. Estudió cine en Italia, conoció a Miguelangelo Antonioni y tomaba el té con la actriz Rosanna Podestà; en su estancia italiana conoció a María Zambrano, a la que le dedicaría textos y dos documentales; siempre dijo que le había tratado con mucho cariño. Regresó a España, ingresó en la Escuela de Cine, hizo su primer corto, «Un salto de agua», y poco después entraría en Radio Televisión Española, donde estuvo desde sus inicios en 1956 en el legendario Paseo de la Habana hasta bien avanzados los 80. En los primeros tiempos se dedica a realizar todo tipo de programas: concursos, variedades, entrevistas…

Sin embargo, enseguida se perfila su especialización en el terreno de los espacios dramáticos con adaptaciones para la pequeña pantalla de sainetes de los Hermanos Álvarez Quintero. En 1959 se le encarga un proyecto más ambicioso: «Palma y Don Jaime», teleserie protagonizada por Elena María Tejeiro con José Luis López Vázquez y Pastor Serrador.

Fue realizador dednumerosísimos programas: más de 400 «Estudio 1», «Novela», «Mirar un cuadro», en «Biografía» rodó las vidas de Ramón y Cajal y Azorín, entre otros. Y en esos años de gran intensidad y trabajo, pudo hacer dos películas: «Platero y yo» (1967), basada en el libro de prosa poética de Juan Ramón Jiménez, que grabó en una de sus casas de Moguer, y para televisión, «Las gallinas de Cervantes» (1987), la adaptación de un cuento de Sender sobre la vida Cervantes y sus mujeres, donde rendía claramente homenaje a Luis Buñuel, a quien siempre consideró su maestro, igual que Dreyer o Bergman. Ganó el premio Europa en 1988. Se dedicó también a la dirección teatral, con obras como «Antígona» (1991), con Victoria Vera, en el Festival de Teatro Clásico de Mérida.

Castejón fue un gran viajero y, además del cine y la televisión, la literatura fue su gran pasión. Se sentía escritor por los cuatros costados: redactó mucho teatro para niños y para mayores que ha ido publicando, y estrenando en ocasiones, a lo largo de los años. Ahí están piezas como «Los asesinos de la felicidad», «Las conexiones» o sus textos últimos sobre Joaquín Costa y Colón, entre otros muchos títulos. También publicó cuentos (ahí están los magníficos relatos de «El ruido de una vida») y aforismos, un género que le apasionaba y para el que estaba especialmente dotado .