“La princesa y la rana” es uno de los cuentos de tradición oral que los hermanos Grimm recogieron y escribieron en pocos folios. La compañía La Bicicleta recupera ahora ese relato para convertirlo en pieza teatral, con la que se cierra la presente temporada en el Teatro Sampol de Madrid, que lleva 40 años dedicado a obras infantiles. “La princesa y la rana” es un relato menor, de inferior fuerza literaria y argumental a otros cuentos de los hermanos Grimm, y algo descolorido por el paso del tiempo. Pero esta veterana compañía ha sustituido esas carencias con su probada experiencia en hacer buen teatro. Ha dotado de un ritmo extraordinario la acción, con continuas entradas y salidas de personajes, y lo ha envuelto todo en una atmósfera de misterio y magia a través de una iluminación que crea imágenes hermosísimas, de la música, y de un excelente vestuario. Y, sobre todo, con la excelente actuación de un elenco de buenos actores, sobre todo los veteranos. A Natalia Jara y a Víctor Benedé los conoce suficientemente el público por sus trabajos en obras infantiles o convencionales.  Hace algún verano, por ejemplo, triunfaron con “La venganza de la Petra”, de Carlos Arniches, en el Teatro Amaya. Sería sensacional ver a Víctor Benedé, además de en obras de teatro familiar, en piezas clásicas, donde pudiera explotar su extraordinaria vis cómica (como se decía antes), su habilidad en los apartes con el público, sus otros registros de actor. En “La princesa…” destaca también Esther Santaella, gran bailarina, en el papel de una inquietante bruja-serpiente dispuesta a enredarlo todo a golpe de contorsión. “¡Bruja mala!”, le gritó una niña desde la platea. Finalmente fue muy aplaudida.

La joven princesa Natacha (Marina Darner) salvará de su hechizo con un beso al príncipe Boronov (Arturo Vázquez), al que había convertido en rana la bruja-serpiente. La obra refleja también el dolor de la soledad –“¡qué sola estoy!”, se lamenta la princesa-, y el triunfo final del amor, siempre acechado por fuerzas oscuras e intereses indeseables. “Espero que en este bosque estemos a salvo de bestias y criaturas raras”, dirá un personaje. Pero sucederá lo contrario. Y los intérpretes homenajearon al final a los hermanos Grimm pronunciando el “érase una vez…”, frase con la que Los Grimm comenzaban sus cuentos. Es muy saludable, sí, que los buenos ganen, aunque solo sea en el teatro.