Una mañana dos funcionarios se presentan en la pensión donde vive el gerente bancario Josef K. para informarle de que se le acaba de abrir un procedimiento judicial cuya causa desconocen. Le comunican que debe presentarse de inmediato en los juzgados para aclarar su situación. A partir de ese momento, la vida de K. se va a ver atrapada en un absurdo e interminable proceso que, como indica uno de los miembros del tribunal, incluye en sí la propia condena del acusado. Un tío de K. decide, entonces, ayudar a su sobrino y lo pone en contacto con un abogado amigo suyo, para que, aun a pesar de la enfermedad que lo mantiene en cama, se haga cargo de su defensa. Sin embargo, las gestiones del letrado Huld no terminan de dar fruto, por lo que K. decide finalmente hacerse cargo él mismo de su propio caso. Se pone en contacto entonces con el pintor Titorelli, persona bien relacionada en los tribunales al ser retratista de jueces, quien no le garantiza una sentencia absolutoria, tan solo, y en el mejor de los casos, un prolongado aplazamiento de la causa. El sinsentido y la frustración van en aumento hasta que, finalmente, dos guardias vienen a buscar al inculpado, lo conducen a una cantera a las afueras de la ciudad, y allí, sumaria y burocráticamente, ejecutan la sentencia de muerte. Antes de expirar Josef K. aún manifiesta una extraña culpabilidad.

Con Felipe Ansola, Olivia Baglivi, Jorge Basanta, Carlos Hipólito, Alberto Jiménez, Paco Ochoa, Ainhoa Santamaría y Juan Carlos Talavera integrando el elenco, esta adaptación de «El proceso» cuenta con Ernesto Caballero como director y dramaturgo, a partir de la novela homónima de Franz Kafka. «Los juicios son representaciones teatrales y viceversa. Ahí tenemos esa obra maestra «Las Euménides», en que Esquilo plasma el proceso contra Orestes en el Aerópago ateniense. Josef K. en nuestra versión también se enfrenta al tribunal de la ciudadanía, la del público de nuestro tiempo que observa en la distancia del espectador los desmanes de un imperecedero entramado burocrático-administrativo cuya única lógica y razón de ser es su propia subsistencia. Nosotros contemplamos las tribulaciones del infortunado Josef K., y este a su vez, nos contempla impotente esperando -como espera de ese anciano que ve asomado a la ventana momentos antes de ser ejecutado- una intervención salvadora en el último momento que nunca ha de llegar», asegura Caballero, para el que «nuestra puesta en escena se inspira en el relato que el personaje del capellán de la cárcel le refiere a K. en el penúltimo capítulo de la novela: la historia del reo que permaneció toda su vida a las Puertas de la Justicia tratando infructuosamente de franquearlas hasta perecer en el intento. El acceso cegado a unos arcanos inaccesibles al común de los mortales se concreta visualmente en una concepción escenográfica que remite a la oscura sacralidad de un arbitrario aparato judicial, sobre cuyo estrado actúa un coro kafkiano como un personaje proteico y multiforme, acaso la encarnación de las peores pesadillas del acusado Josef K. y también de las de todos nosotros, tal que las peligrosas furias que atormentaron y acusaron a Orestes en «Las Euménides».

La función permanecerá en el escenario del Teatro Mría Guerrero hasta el 2 de abril, iniciando después una gira por España.