La obra de Eduardo de Filippo llega a la sala madrileña este 3 de febrero
La obra, en escena entre el 3 de febrero y el 21 de marzo, se desarrolla en el mundo del espectáculo, inseparable con el espectáculo del mundo. Oreste Campese, director de un modesto teatro, acude al nuevo gobernador para invocar su ayuda tras el desastroso incendio del local. Terminada la entrevista, el gobernador atiende otras visitas: el médico, el párroco, la maestra… ¿Pero son realmente los habitantes del pueblo que vienen a exponer sus dramas personales o son los cómicos de Campese?
La obra está interpretada por Enric Benavent,Markos Marín, Luis Moreno Armando Veronesi, Carmen Machi, Lidia Otón, Pedro Casablanc, José Luis Alcobendas, Jesús Barranco, Joaquín Hinojosa, Lola Manzano, Diego Galeano, Ernesto Arias, Palmira Ferrer y Óscar de la Fuente.
El argumento muestra como el artista desea hacer una petición al político: el teatro acaba de sufrir un incendio y solicita que el Gobernador asista a la representación teatral (en la que se dan a conocer diferentes episodios del drama del pueblo), animando así al público a que acuda al teatro y poder recaudar fondos para el viaje que harán los cómicos, con el fin de unirse a otra compañía.

En la segunda parte, vemos aparecer sucesivamente el médico Quinto Bassetti, el párroco Salvati, la maestra Lucia Petrella… Mientras escucha cada uno de los problemas particulares que exponen estos ciudadanos, el Gobernador duda si son en verdad las personas reales o personajes encarnados por los actores de la compañía de Campese. Irrumpe el boticario Girolamo Pica y muere al ingerir un frasco de pastillas de arsénico. El Gobernador no logra averiguar si se trata de un muerto real o fingido. Aparece entonces el director teatral sin despejar la incógnita al político, diciendo: «Cuando en una ficción teatral una criatura muere, también una persona real ha muerto en algún rincón de la tierra, alguien que existe, existió o existirá verdaderamente.”
Las primeras representaciones de El arte de la comedia tuvieron lugar en Nápoles, en 1965, en el Teatro San Fernando. Las autoridades locales -también en este caso la figura del Gobernador– estaban furiosas. Querían denunciarme por ofensa al Estado. Pero un amigo de este Gobernador, un artistocrático napolitano, el conde Gaetano, le dijo: «Será mejor que no hagas nada, porque sabes que Eduardo de Filippo tiene un cierto peso en la sociedad. Te perjudicaría. Darías a la obra un vuelo mucho mayor del que tendría por su cuenta. Acabemos con todo ese teatro.