La obra de Sebastián Junyent regresa a escena con una versión de Andoni Ferreño para actores masculinos

«Hay que deshacer la casa” regresa a Madrid con un montaje de Andoni Ferreño para actores masculinos. la obra es una obra capital dentro del nuevo teatro español, que lanzó a la fama a su autor, Sebastián Junyent, en 1985. La obra fue conocida en otras versiones: las que protagonizaron Amparo Rivelles y Lola Cardona y la de Amparo Soler-Leal y Charo López.

La historia narra el encuentro de dos hermanas tras la muerte de su madre. Ambas deben atravesar el duro trance de deshacer una casa llena de recuerdos y al mismo tiempo, deben reencontrarse a la fuerza después de muchos años de separación, de silencios, de diferencias nunca resueltas.
La originalidad del planteamiento de Ferreño es que ha adaptado la obra para actores masculinos. Esta vez no son dos hermanas, sino dos hermanos –Alvaro y Cosme- que vuelven a verse después de años separados por la distancia y los enfrentamientos. Cosme abandonó la casa huyendo del autoritarismo de su padre y del ambiente asfixiante de una familia burguesa de provincias, y Alvaro es el hermano dócil, bueno, que carga con la pesada responsabilidad de cuidar a sus dos padres hasta sus muertes.
Ahora hay que repartir de la herencia, la casa, los muebles, las joyas, el dinero y hasta los cuadros. Cada cosa reaviva viejos recuerdos que el autor va hilando con precisión, dando como resultado lo que es la vida misma: hay recuerdos felices y otros desagradables; hay alegrías y tristezas; hay comprensión pero también muchos rencores.
Ferreño se estrena como director con una puesta en escena donde cuida todos los detalles interpretativos, los gestos, los tonos de voz de un texto que no es fácil y que va de la risa al grito, del amor al odio, del acuerdo al enfrentamiento. Los actores están convincentes y seguros, dando fuerza a sus personajes que expresan sus ilusiones perdidas y miran atrás a veces con una sonrisa y las más, con rabia o con rebeldía.
Es inevitable que el público se identifique con uno u otro hermano, porque en todas las familias siempre hay alguien que se va y otro que se queda. Y en esta dialéctica vital, muy bien expresada por el texto e interpretada por los actores, está la fuerza de una obra que se ve con interés, con angustia, con gracia y a veces con dolor.
Sólo una observación: los actores no deben abusar de los tonos bajos e intimistas porque la acústica de la sala no es la mejor y a veces, algunos fragmentos no se oyen bien.