Rutger Hauer protagoniza «De Heineken Ontvoering», película que en cuatro días ha sido vista en Holanda por 120.000 espectadores
Con apenas cuatro días de su estreno, 120.000 espectadores holandeses han pasado por las butacas de los cines para ver «De Heineken Ontvoering» («El secuestro de Heineken») que protagoniza Rutger Hauer como el magnate cervecero que fue secuestrado en noviembre de 1983. Un verdadero récord de taquilla en Holanda.
Sin conocer los detalles de la historia, hay giros que no se entienden, personajes claves que desaparecen, pesadillas inventadas del secuestrado y, dividida en tres partes. La última es un film diferente, lejos de la oscuridad, violencia y crueldad, con algo de humor y un tono de farsa que le divorcia del resto. La Historia eleva acta de la vida, obra y via crucis de Alfred «Freddy» Heineken, un hombre hecho a sí mismo y que elevó a la empresa familiar de cerveza Heineken al imperio verde que ahora es y que se hizo billonario en el proceso. Divorciado de su mujer, vivía con su cantarina (e insoportable) amante Lucille en una lujosa mansión en Amsterdam. Los Países Bajos, y el mundo, se conmocionaron cuando fue secuestrado en noviembre de 1983.
Cuando salía hacia una fiesta de las que tanto gustaba, cuatro encapuchados a punta de pistola, le secuestraron accidentalmente junto a su chófer, Ab Doderer. Fueron sepultados en vida en sendos zulos, lóbregos, húmedos y fríos, con una luz constante, encadenados y permanente música neerlandesa de lo peor. Irónicamente, los secuestradores trabajaban para él y habían construído las prisiones tras una pared falsa de un hangar para realizar reparaciones. Todos eran unos parias de la floreciente sociedad. Pidieron un rescate de 35 millones (16 millones de euros), que la familia pagó. La banda estaba liderada por un hiperviolento llamado Willem Holleeda, que se hacía llamar Rem.
La primera parte informa de cómo estos cuatro tarados prepararon un secuestro de tanta importancia y sobre todo, Treurniet sigue a Rem, muestra a su padre enfermo, con enfisema, fumador, alcohólico y con Parkinson. Una sociedad y barriada de Amsterdam que el cine holandés raramuente muestra. Uno de los defectos es que desconocemos casi todo de los otros tres parias. Cuando está encerrado como una alimaña, Rem se dedica a torturar sádicamente a Heinken, sobre todo cuando descubre que padece asma. Le corta la ventilación, le amenaza con una pistola constantemente, le hace beberse sus deposiciones e incrementa el sonido de la música. Apenas sabemos del chófer, encadenado en otro zulo, otro defecto.
Heineken, de un carácter de hierro, jamás pierde su orgullo. Se peina con un tenedor, canta «Singing in the Rain» para defenderse del «hilo musical», pinta notas de música clásica en la pared con el rotulador que le han dado para corregir las peticiones del rescato (los cuatro cometen errores ortográficos) y le golpean, pero él siempre levanta la cabeza. Una vez cobrado el rescate, los cuatro parias comienzan a cometer errores de libro…lo cual no queda explicado. En el relato, cobra importancia la ex mujer. La policía consigue librarles de forma espectacular.
En el segundo segmento, Rutger Hauer levanta él solito la película, que pesa exclusivamente sobre sus hombros. Dirige personalmente a la policía para la caza y captura de los huídos. Ahí la película alcanza grandeza, pero es solamente por él. Se refugia en la suntuosa mansión campestre de su ex mujer y recobra el tabaco y buen vino. Los delincuentes son cazados con el botín, pero Rem y su cuñado consiguen huir a París, donde son cazados por otros tremendos errores, que les dan por tarados. Ahí llega el drama porque la justicia francesa les juzga y absuelve, al no existir extradición con Holanda. La ira de Hauer/Heineken es cósmica y aunque mueve los hilos en las más altas esferas, es derrotado.
El tercer segmento, constituye otro film. Rem y su cuñado ofrecen guateques de copete en París, dado que incluso conservan el botín. Se alojan en hoteles de lujo, compran trajes de diseñadores y gafas «fashion». El Heineken más brutal idea una estrategia de engaño: la policía francesa les informa que les deportan al paraíso de la isla Guadalupe (francesa), pero en realidad acaban en la isla San Martín…perteneciente a los nerlandeses. Deportados a Holanda, son juzgados y condenados. De los otros dos, nada de nada. ¿Por qué? Este segmento lleno de color y algo de humor se aleja del tono sobrio y lúgubre del drama, otro defecto. De hecho, Rem está en prisión por otros delitos, entre otros, varios asesinatos. Y evasión de impuestos y engaño al Fisco.
Los especialistas de la crítica nacional le han acusado a Treurniet de inventarse situaciones y diálogos, y de reescribir a su antojo (es también guionista) ciertos acontecimientos. Y que la durísima policía holandesa jamás permitiría obedecer órdenes de un civil, por muy Heineken que sea. La primera parte recae sobre el sadismo escalante de Rem y la segunda, sobre la furia vengativa de Heinken. La tercera… No conocemos los motivos de los otros tres, pero los de Rem son que su padre se convirtió en alcohólico, porque trabajaba en Heineken como catador y guía de los visitantes, con los que finalmente bebía.
Alfred Heineken falleció en 2002 a los 70 años de edad, heredando su hija Charlene el imperio. Esta dama está enteramente ausente de la historia. El rico del lúpulo despidió a su «caliente» amante y regresó a una relación muy cálida con su ex mujer, pero tampoco queda claro por qué. De seguir vivo, le hubiera complacido el formidable retrato realizado por el titán Hauer, en uno de los trabajos más memorables de su carrera. Lo mejor de la película: que no es en 3D y nos ahorramos las odiosas gafas.