«De Kubrick aprendí lo difícil que era hacer una buena película, y que una buena película era casi un milagro, como cualquier obra de arte” asergura

Jan Harlan, productor de Stanley Kubrick y Steaven Spielberg, el alemán Jan Harlan, llegó a Valencia el pasado viernes para recoger el Premio Luna de Valencia del Festival Internacional de Cine Cinema Jove y presidir el jurado de la Sección Oficial de Largometrajes del certamen. El cineasta, que ha sido también cuñado de Kubrick, ha mantenido en la mañana de este domingo un encuentro con los medios de comunicación.

Pese haber trabajado codo a codo durante treinta años con el legendario Stanley Kubrick en películas que permanecen y permanecerán para siempre en la memoria colectiva, el productor y director alemán Jan Harlan huye de halagos y reconocimientos con sincera modestia: «Yo sólo fui un miembro ejecutivo del equipo de Kubrick, y de él aprendí lo difícil que era hacer una buena película, y que una buena película era casi un milagro, como cualquier obra de arte”.
Dejando al margen su relación familiar con Kubrick, director y productor fueron también cuñados, Harlan afirma que «el director pertenece a esa clase maravillosa de su generación abonada de genialidad” más allá de los admiradores y retractores que pueda tener: «Todos los grandes artistas dividen al público y a los críticos, y del mismo modo que lo hizo Richard Wagner, Picasso o Ingmar Bergmann, lo hizo también Stanley”.
El distintivo esencial para un artista es que su trabajo no desaparezca y que influya en otros, cualidad que, según Harlan, poseía el director neoyorquiino: «Las películas de Kubrick son un referente para las futuras generaciones que quieran adentrarse en la segunda mitad del siglo veinte”. De «Senderos de gloria», destaca, que es «una de las películas bélicas de referencia de nuestro tiempo», como también lo es «La chaqueta metálica”. Otros títulos que enumera como ejemplo de la vigencia y trascendencia del cine de Kubrick son «Teléfono rojo ¿volamos hacia Moscú?», que «conserva la misma actualidad que en los años 60”, y «2001: Una odisea del espacio», «un hito en la historia del cine que sigue más vivo que cuando se creó, pues todavía no sabemos si hay algo que nos afecte y nos influya en algún lugar del Universo”.
Un recuerdo especial es el que Harlan guarda de «Eyes wide shut»: «Stanley compró los derechos de la novela en 1970, pero tuvieron que pasar tres décadas para llevarla al cine. Fue el resultado de 30 años de búsqueda personal, una cinta que él consideraba como su mayor contribución al séptimo arte”.
Tras la muerte de Kubrick en 1999, el productor trabajó con Steven Spielberg en la pre-producción de «A. I. Inteligencia Artificial», y un año después se embarcó en la dirección de un documental que daría la vuelta al mundo: «Stanley Kubrick: Una vida en imágenes». Pese a ello, Harlan considera que el género documental nada tiene que ver con dirigir una película, que son dos cosas «muy distintas”, y en este sentido recurre irónico a una frase de de Groucho Marx: «No me gustaría ver un largometraje dirigido por mí”.