«De Heineken Ontvoering», reconstruye el secuestro del empresario holandés en 1983

La botellita o lata verde de la cerveza Heineken es tan icono de la identidad nerlandesa como los zuecos, los tulipanes, la selección de fútbol vestida de naranja o los estrafalarios peinados y sombreros de la reina Beatrix de Oranje. Fue fundada por el nieto de Gerard Heineken, Alfred, un tipo duro que salió de la nada. Alfred «Freddy» Heineken se hizo a sí mismo billonario como magnate cervecero. El mundo se vió conmocionado en noviembre de 1983 cuando el creso del lúpulo fue secuestrado.

Heineken salía de la mansión camino de una soiree con su mujer, Lucille, y chófer, Ab Doderer. A punta de pistola y de forma violenta, los dos hombres fueron secuestrados por cuatro encapuchados con pasamontañas. Fueron retenidos en un lóbrego y frio hangar, con luz permanente y sin ventilación. Fueron amenazados de muerte y golpeados por un grupo de cuatro jóvenes vestidos con monos y encapuchados con cascos de motociclista. Pidieron a cambio de sus vidas 35 millones de florines (16 millones de euros), un botín que pasaba 400 kilos y que la familia pagó. Comandaba la banda un tal Willem Holleeder (interpretado por Reinout van Aschat), que se hacía llamar Rem, en un film de Maarten Treurniet («De Passievrucht») titulado «De Heineken Ontvoering» («El secuestro de Heineken»), que se estrena el próximo 27.

Irónicamente, y como publicidad gratuita añadida, el próximo miércoles 19, Holleeder vuelve ante los tribunales no por los 20 asesinatos que se sabe que ha cometido (ha cumplido los 20 años de condena por el secuestro), sino por evasión de impuestos y fraude a la Hacienda. Vaya, que le han vuelto a pillar como Elliott Ness hiciera con Al Capone. El film está dominado por la poderosa presencia del siempre magnífico Rutger Hauer (actualmente en Milán durante el certamen de cine que ha creado, I’ve Seen Films) como Freddy Heineken.

Tipo duro y curtido hecho a sí mismo (como el físico tallado del replicante de «Blade Runner»), Heineken se enfrentó a sus torturadores en lo que se convirtió en un duelo psicológico. Liberados finalmente por la policía, el billonario de la cerveza del envase verde que te quiero verde se juró que les atraparía. La víctima se convirtió en persecutor, de animal enjaulado a feroz cazador. El filme se divide en dos partes narrativas con dos voces. La primera mitad es contada desde la narración del secuestrador. La segunda, pertenece a la víctima convertida en verdugo.
Se anticipa un nuevo taquillazo del cine nacional (muy en alza), aunque algunas críticas han calificado a la cinta como «un queso suizo lleno de agujeros». Y es que hay eventos no muy bien narrados, lagunas y en fin, que se salva de la quema la leyenda viva que es Hauer, como d’habitude». Junto a él, los otros pequeños criminales de la ciudad de los canales interpretados por los jóvenes Gijs Naber, Korneel Evers y Teun Kuilboer. Huyeron a Francia y Paraguay pero fueron extraditados y cumplen prisión. Eran asalariados de Heineken.

Alfred Heineken había nacido en Amsterdam en noviembre de 1923 y murió en enero de 2002. Se había casado, irónicamente, con una rica norteamericana, Lucille Cummins, procedente de una dinastía de Kentucky de destiladores de whisky. Su hija, Charlene Heineken heredó la fortuna y empresa en 2002. Heineken había sido fundada por el abuelo de Freddy, Gerard Adriaan Heineken en 1864. Cuando beban un trago del amargo líquido dorado recordarán esta dramática peripecia.