EL PREMIO LE HA SIDO ENTREGADO EN LA GALA DE LOS NOMINADOS, CELEBRADA ESTE SÁBADO EN MADRID

La Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España ha entregado en la noche de este sábado su Premio Segundo de Chomón, en su novena edición, a Ricardo G. Navarrete, uno de nuestros grandes operadores, reconociendo así su gran aportación al mundo del cine. El acto ha tenido lugar en la tradicional Gala de los Nominados, en la que se reúnen todos los candidatos a los próximos Premios Goya.

El Premio Segundo de Chomón, entregado anualmente por la
Academia, premia a personas o a sociedades que hayan destacado por su
dedicación e innovación técnica en beneficio de la cinematografía. Navarrete ha
recibido el galardón de manos de la presidenta de la Academia, Ángeles González-Sinde, en el transcurso de la Gala de los Nominados, que ha
reunido en una fiesta-cena en la sede de la Comunidad de Madrid en la Puerta
del Sol a los nominados a los XXII Premios Goya, que se entregarán el próximo 3
de febrero.

Ricardo Navarrete nació el 31 de mayo de 1926 en Madrid. A
los 13 años, tras la guerra civil, comenzó a trabajar en los estudios de cine
CEA, de la Ciudad Lineal de Madrid. Allí entró como aprendiz de todo, pasando
por electricista, maquinista, foquista… Y ya con 20 años pasó a operador,
faceta en la que ha desarrollado su carrera. Sus inicios como foquista fueron
en películas como «Los últimos de Filipinas” (Antonio Román, 1945) y varios
títulos de Juan de Orduña («Un drama nuevo”, 1946, «Misión blanca”, 1946 y
«Serenata española”, 1947).

En su dilatada carrera como operador destacan varios títulos
de Antonio Mercero («Espérame en el cielo”, 1988, «Buenas noches, señor
monstruo”, 1982), «El viaje a ninguna parte” (Fernando Fernán Gómez, 1986),
«Viva la clase media” (José María González Sinde, 1980), «Colorín, colorado”
(José Luis García Sánchez, 1976), «¿Quién puede matar a un niño?” (Narciso
Ibañez Serrador, 1976), «La corrupción de Chris Miller” y «Los pianos
mecánicos” (Juan Antonio Bardem, 1973 y 1965), «Currito de la Cruz” (Rafael
Gil, 1965), «Un grano de mostaza (José Luis Sáenz de Heredia, 1962), «Margarita
se llama mi amor” (Ramón Fernández, 1961), «¿Dónde vas Alfonso XII?” (Luis
César Amadori, 1958), «Gloria Mairena” (Luis Lucía, 1952), «Policía al habla”
(José María Forqué, 1960), varias películas de Edgar Neville («Mi calle”, 1960,
«El baile”, 1959, «Duende y misterio del flamenco”, 1952 y «Cuento de hadas”,
1951), y de nuevo, ya como operador, con Juan de Orduña en «El padre pitillo”
(1955), «Zalacaín el aventurero” (1955) y «Cañas y barro” (1954). Además ha
sido operador de cámara habitual de José Luis Garci («You’re the one, una
historia de entonces”, 2000, «El abuelo”, 1998, «La herida luminosa”, 1997,
«Sesión continua”, 1984, «Volver a empezar”, 1982, «El crack”, 1981) siendo
«Luz de domingo” (2007) su último trabajo.

En el ámbito internacional ha compartido proyectos con
directores como John Milius («Conan el bárbaro”, 1982, «El viento y el león”,
1975), Warren Beatty («Rojos”, 1981), Daniel Mann («Los vengadores”, 1972),
Charlton Heston («Marco Antonio y Cleopatra”, 1972), Franklin J. Schaffner
(«Patton”, 1970) y la parte rodada en España de «Papillón”, 1973), Burt Kennedy
(«El regreso de los 7 magníficos”, 1966), Vittorio de Sica («Pan, amor y
Andalucía”, 1959), entre otros.

Además ha captado con su cámara a actores de la talla de
Laurence Olivier («Furia de titanes”, Desmond Davis, 1981), Maggie Smith,
Ursula Andress, Gene Hackman, Terence Hill y Catherine Deneuve («Marchar o
morir”, Dick Richard, 1977), Faye Dunaway, Max von Sydow y Orson Welles («El
viaje de los malditos”, Stuart Rosenberg, 1976), Burt Lancaster («Que viene
Valdez”, Edwin Serrin, 1971), Stuart Granger («Marcha o muere”, Frank Wisbar,
1962), Raquel Welch y Burt Reynolds («Los 100 rifles”, Tom Gries, 1969), Yul
Brynner («Villa cabalga”, Buzz Kulik, 1968), Romy Schneider («Las diez y media
de una noche de verano”, Jules Dassin, 1965)…

Para muchos realizadores Ricardo Navarrete es el mejor
cameraman con el que puede contar un director, por su intuición y conocimiento
de su oficio. Con sus encuadres, movimientos y perspectivas, ha favorecido y
ayudado a cada intérprete y cada toma. Con todo ello se ha convertido en un
técnico y artísta clave en el cine español.