El crítico literario George Steiner escribió que en “Antígona” resuenan como en ninguna otra obra las constantes eternas de conflicto de la condición humana. Esta pieza de Sófocles presenta a una joven que muere lapidada por desobedecer un mandato del poder establecido. Trata sobre la desobediencia civil, y el verdadero protagonista es Creonte, un rey borracho de tiranía, y no la aparentemente frágil Antígona. Numerosos autores, entre ellos Bertolt Brecht o Anouilh, han realizado versiones de Antígona. Steiner formuló un brillante estudio sobre todas ellas en su libro “Antígonas” (2009). Y hubo en 2016 una “Antígona” sobrecogedora, oscura, brillante y atrevida, dirigida por Miguel del Arco, en la que al despiadado Creonte lo interpretaba una colosal Carmen Machi. Y ahora se representa en los teatros del Matadero de Madrid, tras pasar por el Festival de Mérida, una “Antígona” que se inspira en los oscuros sucesos ocurridos hace algunos años en México, donde desaparecieron de manera forzada 43 estudiantes. La lucha de los familiares de aquellos jóvenes por hallar los cuerpos y darles una sepultura digna coincide con la obsesión de Antígona de enterrar a su hermano Polímices, muerto en la batalla y condenado por Creonte a que su cadáver fuera pasto de los buitres y la intemperie “por traidor”.

Esta “Antígona”, de David Gaitán, reescrita y adaptada a la situación actual española, pone el énfasis en un decidido perfil de teatro político más que en las pasiones de los personajes. Lo más sólido de la función es el texto. Con frases definitivas. Y un final deslumbrante, con un coro griego de unas 40 jóvenes ataviadas con vestidos de ahora, que toman por asalto el escenario en reivindicación de Antígona y contra el mensaje cínico, machista y totalitario del tirano. Texto y desenlace, insistimos, destacan en un montaje con excesos, tanto en la dirección como en la interpretación. Aunque sobresale como un Creonte feroz aunque a veces débil, cínico y, puede considerarse así, embriagado por su testosterona, Fernando Cayo, actor total, con una actuación que sintetiza sus inagotables valores profesionales: válido para lo trágico y para lo cómico. Ambos perfiles están en “Antígona”. Últimamente se comprobaron sus registros para la comedia en “A media luz los tres”, de Miguel Mihura, y sus dotes para el drama en la deslumbrante “Inconsolable”, de Javier Gomá. Fernando Cayo, pues, en plan Fernando Cayo.

Y el texto, decíamos. Dirá Creonte: “Ser rey es renunciar a ser humano”. O, “todo cambio requiere fuerza”. Y remata: “Antígona, la de la saliva de pólvora”. El personaje de Sabiduría, creado por Gaitán, exclama: “El simplismo es la fiebre que nos azota ahora”. Y Antígona escucha de los labios de su hermana: “Tu activismo se ha convertido en un pozo sin fondo, detrás de cada victoria decidiste ver una nueva batalla”. Porque tanto del texto de Sófocles como del de esta versión de David Gaitán emerge una pregunta: ¿No tendrá Antígona también su parte de responsabilidad en el conflicto al no obedecer una orden del poder legítimo, que no se salía, por lo demás, de las normas jurídicas vigentes en aquel Atenas? El buen teatro, claro, no da respuestas, sino que plantea preguntas. Unas cuestiones que evolucionan con el paso del tiempo. Se pregunta un personaje: “¿Cuántas personas conoces que hayan perdido seres queridos en esta guerra?”. El dolor y las pasiones. Teatro, en fin.

(Publicado en Diario Jaén)