ROSA MARÍA SARDÁ ENCABEZA UN ELENCO JUNTO A LOS INTÉRPRETES DE LA JOVEN COMPAÑÍA NACIONAL DE TEATRO CLÁSICO Y A LA KOMPANYA

La Kompanya Lliure se mete de lleno en el Siglo de Oro español con la complicidad de Rosa Maria Sardà y la participación de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico. Juntas, abordan el Lope de Vega más lírico dirigidos por Lluís Pasqual: «El caballero de Olmedo», que se representa en el escenario de Montjuïc en Barcelona, del 14 de marzo al 13 de abril.

La obra, coproducción entre Teatre Lliure y Compañía Nacional de Teatro Clásico, llega a Barcelona tras su estreno en el Teatro Pavón de Madrid. Tras su paso por Barcelona, la función viajará a Colombia para participar en el Festival de Teatro de Bogotá del 17 al 19 de abril para ser después uno de los espectáculos del próximo Festival de Teatro Clásico de Almagro en próximo mes de julio.
«El caballero de Olmedo», adaptado por Lluis Pasqual a partir de la versión de Francisco Rico, cuenta con un elenco compuesto por Rosa María Sardá junto a los seis actores de la Kompanyia, varios intérpretes de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico y un puñado de actores veteranos. La acompañan Laura Albert, Javier Beltrán, Paula Blanco, Jordi Collet, Carlos Cuevas, Pol López, Francisco Ortiz, Mima Riera, David Verdaguer y Samuel Viyuela. Unas sillas (Pasqual se ha inspirado en la disposición del flamenco) son, como una gran luna de fondo, la única escenografía de la obra.

Lluis Pasqual recuerda: «En 1992 dirigí «El caballero de Olmedo» en la Cour d’Honneur del Palacio de los Papas de Avignon. Al pie de las altas torres, los 3.500 espectadores de cada noche se encontraban ante un inmenso trigal de la Castilla más dorada, con suaves colinas e incluso un riachuelo por el que circulaban actores y caballos…: el Lope más épico de «El caballero de Olmedo» lucía fulgurante y poderoso, el Lope popular y desvergonzado aún se ganaba a los espectadores tres siglos después; pero la lírica aleteaba a veces amedrentada ante los envites de esta gran metáfora sobre la intolerancia, sin duda la más potente del teatro clásico español. La obra la monté en francés. Y aunque la magnífica traducción del poeta Zéno Bianu daba un perfume».
Y añade: «»Al volver a leerla, al ponerle otras caras y otras voces, más profunda aún que la metáfora he escuchado la lírica más elegante y más conmovedora al servicio del gran poema del amor roto, un amor que pasa de la luz a la oscuridad, de la felicidad de la plenitud al dolor de la ausencia. En unos tiempos difíciles, tensos, unos tiempos que permiten que existan hombres que dispongan de la vida de los demás, con la impunidad que les otorga ser un reflejo de cómo se comportan todos los días los poderosos de la tierra».