«El Otro”, obra de Miguel de Unamuno, en versión de Alberto Conejero, se representó en el Teatro Fernán Gómez de Madrid hasta su cierre por la pandemia

El maldito pandemonio está acabando con miles de vidas y ha contagiando a decenas de miles de personas en España –y en todo el mundo-. Y ha provocado que la vida cierre sus puertas al exterior. Una pesadilla que, desgraciadamente, es real. Pero poco antes de que el Gobierno decretara el estado de alarma, hubo interesantes estrenos en Madrid. Como «El Otro”.

El maldito pandemonio está acabando con miles de vidas y ha contagiando a decenas de miles de personas en España –y en todo el mundo-. Y ha provocado que la vida cierre sus puertas al exterior. Una pesadilla que, desgraciadamente, es real. Pero poco antes de que el Gobierno decretara el estado de alarma, hubo interesantes estrenos en Madrid. Como “El Otro”.

El jiennense Alberto Conejero es un dramaturgo valiente. En su día se atrevió a escribir los dos actos que Lorca dejó inconclusos –porque lo asesinaron- de «Comedia sin título”, y ahora ha realizado una sensacional versión de «El Otro”, de Miguel de Unamuno, que como autor dramático ha sido escasamente representado por lo complejo de la esencia de su teatro, en el que un personaje, en ocasiones, no significa una persona, sino una idea. Porque del teatro de Miguel de Unamuno (1864-1936) no escapa nada que tenga relación con lo humano, ni aun con lo divino. Ocurre en «El Otro”, que Margarita Xirgu estrenó en 1932 en el Español de Madrid, obra que se desarrolla en una atmósfera asfixiante, de misterio y tensión continua, una pieza que sacude, provoca y conmueve.

«Yo no soy yo, sino el Otro”, afirma Cosme en este thriller psicológico lleno de ideas, pero también de acción, con un asesinato como fondo. «Pero quién soy yo? ¿Quién es el asesino? ¿Quién el verdugo? ¿Quién la víctima? ¿Quién Caín? ¿Quién Abel? ¿Quién soy yo Cosme o Damián?”, se pregunta El Otro. Que advierte: «Esto que me corroe por dentro, estallará fuera”. Alberto Conejero, en su versión, ha dado una envoltura y una semántica poética al teatro de ideas de Unamuno. «Necesitaba quedarme solo, hacer abono de ceniza en mi memoria”, afirma El Otro. Hay momentos en los que la apartada vivienda en la que transcurre la acción se convierte en La Casa de Bernarda Alba a través del personaje duro, frío e inquietante de la Ama. Y Conejero traslada la historia de la obra, que se escribió en 1926, a la inmediata posguerra. La guerra civil: una de las permanentes obsesiones de este dramaturgo andaluz. Los hermanos que se matan entre sí. Lo ha tratado Conejero, de otro modo, en «La piedra oscura”. O en «Los años del frío”. «El hermano mató al hermano y Dios enmudeció; y sigue callado”, dirá El Otro. Que añade: «Odias a tu hermano como te odias a ti mismo”. Porque esa casa es la de Bernarda Alba, ya está dicho, pero esa casa sobre todo es España. Finalmente afirmará el protagonista, ese joven médico abrumado y abatido por la crueldad de los acontecimientos: «Cuando todo esto acabe, me iré del país. Aquí no hay futuro. Aquí sólo hay envidia”. Unamuno reflexionó constantemente sobre la culpa. ¿Quién es aquí el culpable? El Otro.

El montaje, dirigido por Mauricio García Lozano, que se ha representado en el teatro Fernán Gómez de Madrid hasta el cierre por el terrible virus, mezcla acertadamente una atmósfera de teatro antiguo y de teatro moderno, y cuenta con una extraordinaria escenografía, que transmite el frío de la vida, de las enloquecidas vidas que transitan por el escenario. «Un loco lleva dentro de sí a un muerto”. En el libro «Unamuno», recién publicado por Espasa Calpe, que Arturo Barea escribió en los años 50, una joya literaria que ha permanecido inédita hasta ahora, se dice: «No hay español pensante que no haya sentido, voluntaria e involuntariamente, la influencia del pensamiento aguijoneante, estimulante, irritante y humillante de Miguel de Unamuno”. Y añade: «La tragedia de Unamuno era que tenía que protestar contra tener que morir, a sabiendas de que la aniquilación de su existencia llegaría implacablemente”. Alberto Conejero ha recuperado brillantemente una pieza de Unamuno y, en medio del drama, del sentimiento trágico de la vida, desliza alguna frase optimista: «Hay que vivir, aunque sea a oscuras”. Esa frase cobra actualmente un gran valor.

«Hay que vivir aunque sea a oscuras”.