Coescrita con Carolina Cavalli, quien debutò como directora el pasado año en el Festival de Venecia con “Amanda”, «Fremont» es una película imprescindible, que se limita a una selección de escenas a menudo repetitivas para transmitir al espectador la soledad y el sentido de culpa de una refugiada afgana que vive en Fremont (Estados Unidos). Y lo hace con fotografía en blanco y negro para evitar tonalidades alegres. Admirador de las pelìculas de Jim Jarmusch y Kaurismaki, el director abre su película con una escena en el lugar de trabajo donde Donya, la joven protagonista, escribe frases para las tarjetas que se insertarán en las galletas de la fortuna.

En Afganistan Donya había trabajado como traductora para el ejército de Estados Unidos, pero tuvo que abandonar el paìs por temor a la venganza de los talibanes, y tuvo que separarse de su familia. Ahora vive en un bloque habitado en gran parte por afganos y emigrantes de otros paìses asiáticos. El sentimiento de culpa por el pasado que dejó atrás le provoca noches de insomnio, y acude a un médico que a menudo, para animarla, lee las paginas de “Colmillo blanco”. Y también es él quien le da pastillas para el insomnio, pero es muy cometido: últimamente limita las recetas porque quiere que ella le cuente de su vida en Afganistan.

Siempre impasible y controlada, Donya tiene pocos interlocutores. A veces intercambia algunas palabras con su vecino afgano que sale por la noche a la terraza a fumar un cigarillo. Y le sorprende al afirmar que cuando el observaba las estrellas en su país, siempre estaban estacionarias en el mismo lugar, mientras que aquí se mueven continuamente. Y también le sorprende el cocinero/camarero de la cantina que le aconseja ver series de televisión, pero que no se lo diga a nadie. En cambio, le tranquiliza su patrón, un chino al que le gustarìa verla preocupada por el futuro y que la defiende de su mujer a la que no le gustan las frases que inserta en los dulces.

En resumen: una lista de soledades. Gente que conoce poco más que sus hogares y lugares de trabajo del vasto país. Sin embargo, las muchas solicitudes comienzan a apoderarse de la chica. La vemos conduciendo su coche, deteniéndose en una estación de servicio aislada y hablando con el joven gerente que la invita a tomar un café.

Esta ciertamente no es la pelìcula para celebrar el domingo con amigos, Y mucho menos el director lo hubiese querido. La de «Fremont» es una historia seca, mesurada, sensible, que quiere describir la soledad de los emigrantes que no llegan a encajar en la sociedad que los acoge.

Renzo Fegatelli