El cine ha hecho numerosas películas sobre periodistas, alguna decididamente inolvidable, como la remota y sensacional «Luna nueva», con aquel Cary Grant único, enamorado, cómico y dulcemente detestable. En teatro, mucho menos, aunque en 2014 se estrenó en la madrileña Sala Sol de York la obra «Love Room», delicada y romántica, que protagonizaba un reportero que cubría la información del Atlético de Madrid. Ahora, «Doble o nada», que se representa en los teatros Luchana de Madrid, indaga en los límites femeninos dentro de un mundo laboral dominado por los hombres en el contexto empresarial del periodismo. Se trata de un colosal thriller emocional, palabra y actor, 90 minutos de tensión basada en los diálogos. En definitiva: teatro/teatro.

La soledad, sí, del director de un gran periódico. Hace años, un veterano director, ya jubilado, antes de apurar el último gin-tonic del día o del comienzo del nuevo día dejó una frase tremenda: «Ser director de un periódico es estar solo, sentirse solo, y llegar a casa tarde y cansado y ver que la nevera está vacía». En «Doble o nada», Ricardo (un inmenso Miguel Ángel Solá, leyenda del teatro y del cine argentinos) es un director experimentado, con el alma agujereada por las balas del oficio, enfermo, que ha de elegir su sucesor entre Beteta, consumado periodista caracterizado por su insolidaridad e indeseables prácticas en la profesión y con sus compañeros, que llegó a instalar micrófonos en la redacción aunque posteriormente pidió perdón, y, por otro lado, Miki, una joven periodista que ha ascendido de becaria a subdirectora de la edición digital. El Consejo del periódico, «con una media de 83 años y todos hombres», deberá recibir y aprobar la decisión de Ricardo.

Esa noche hay una lluvia constante. Ricardo y Miki quedan atrapados frente a frente en el despacho del director en una ciudad aislada por las inundaciones. Ricardo ya ha cambiado el titular principal de portada: le ha dado un perfil más favorable al Gobierno. Ella pide un aumento de sueldo. Él responde con una propuesta sorprendente: «Doble o nada. Ganas todo o pierdes todo. O te doblo el sueldo o te despido». Ella deberá demostrar lo que es capaz de hacer para acceder a la dirección del diario. Beteta es capaz de todo. Ricardo y Miki se aman desde hace años en silencio y sin decírselo. Ella tiene grabados en la mente párrafos de reportajes que él escribió y recuerda la época en la que era su profesor en la Universidad. «Te perseguía. Te admiraba más que te miraba(…) Me diste el oficio y el insomnio». Existe una complicidad áspera entre ambos. Ella: «¿Te tiraste a aquella becaria?». Él: «Un poco…». A Ricardo le esperan los médicos y un hogar vacío porque su mujer ha pedido el divorcio después de 20 años de matrimonio. Miki ha iniciado una relación con otra chica. Sobre los dos planea la sombra del Consejo. «Te amé siempre», dirá uno de ellos al final de la función.

«Doble o nada» tiene giros inesperados, un suspense cálido y los protagonistas, Miguel Ángel Solá y la sensacional Paula Cancio, sostienen sobre sus hombros todo el peso de un texto extraordinario. Y consiguen que lo que llegue al espectador sea el alma de cada personaje. La soledad del director, pero también la soledad de la joven periodista. Y la permanente amenaza del Consejo. Lo ha dicho Miguel Ángel Solá: «Este montaje ahonda en la derrota del ser humano». Pero hay que preparar el periódico del día siguiente.

(Publicado en Diario Jaén)