«La mujer buena» es una obra inquietante, triste, pero simultáneamente llena de ironía y de humor. Teatro de ideas en el Teatro Quique San Francisco de Madrid. También supone una excelente reflexión sobre el teatro y su conexión con la realidad. Casi al final de la función emerge la pesadilla que sobrevuela sobre nuestras cabezas. Una actriz permanece sentada sobre el escenario del teatro que lleva ya tres días cerrado. Allí, sola. Entra un compañero y mostrándole angustiado el móvil le dice: «Han llegado ya a la Puerta del Sol. No contábamos con esto».

La obra responde a las premisas de su director, Ernesto Caballero, ya expresadas en dos anteriores montajes del grupo Teatro Urgente en el Quique San Francisco, «Voltaire» y «Hanna Arendt en tiempos de oscuridad»: «Teatro Urgente actúa el pensamiento, nunca lo ilustra ni lo representa». «La mujer buena» refleja la confrontación entre dos mujeres, una actriz y la otra directora teatral, que mantienen actitudes contrarias ante la vida y el arte. Una se reafirma en lo identitario («nosotras las mujeres»), tiene hijos, familia, y durante algún tiempo se alejó de las tablas. La otra defiende su individualidad y la entrega total al arte. «La tragedia es ese tiempo que se ha perdido», le reprocha. Excelentes Karina Garantivá, intérprete y autora de la dramaturgia, y Nerea Moreno y Alberto Fonseca, que completan el reparto.

En la obra hay frases brillantes. «La humanidad se ha convertido en espectáculo de sí misma»; «Hay que crear impresiones malignas para que siga existiendo el mal»; «Cada uno habla de su propia nada»; «El arte no es nada si no representa a nadie». Hay también reflexiones sobre las palabras: «Desconfío de las palabras». Y el pensamiento de Nietzsche aparece en varios momentos de la función. También se homenajea a «Casa de muñecas», de Ibsen. Pero el personaje de la directora de escena marca la diferencia entre la actriz que finalmente decide abandonar el montaje y la protagonista de esa pieza de Ibsen: «Como Nora, pero tú tienes un hogar, una familia». No es «La mujer buena» una obra complaciente con determinadas tesis dominantes ahora. Lo ha explicado Ernesto Caballero: «La corrección política, hoy en día, resulta incompatible con el buen teatro». «La mujer buena» supone un ejercicio interpretativo de primer orden. Y las reflexiones que desprende causan desasosiego. Más cuando un personaje afirma: «Esto no es teatro, es la vida». Teatro urgente.