Este sábado 25 se clausura la 69 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, con «Las leyes de la frontera», una película que nos remite al llamado cine quinqui español de los primeros años dela transición, a partir de la novela homónima de Javier Cercas. Tras la cámara Daniel Monzón «Celda 211», «El niño»), cineasta que ha transitado por diferentes géneros y que aquí se sumerge en el drama de acción de una pandilla de adolescentes de pequeños delincuentes en la ciudad de Girona.

La historia comienza en el verano de 1978. Nacho Cañas, un estudiante introvertido y algo inadaptado, tiene diecisiete años y vive en Girona. Al conocer al Zarco y a Tere, dos jóvenes delincuentes del barrio chino de la ciudad, se ve inmerso en un triángulo amoroso que le lleva a vivir una carrera imparable de hurtos, robos y atracos que se prolongará durante todo el verano y que cambiará su vida para siempre. «Las leyes de la frontera» es la historia del verano en el que Nacho experimentó el primer amor y se hizo mayor, transgrediendo constantemente la frontera entre dos mundos, cruzando la línea que hay entre el bien y el mal, entre la justicia y la injusticia.

La película está protagonizada por los jóvenes Marcos Ruiz, Begoña Vargas y Chechu Salgado que cumplen a la perfección con su cometido. Tan importante como los actores es la ciudad de Girona y el ambiente que se vivía en aquellos años convulsos. La adaptación de la novela de Cercas la firma Jorge Guerricaechevarría, uno de los guionistas más solventes de nuestro cine que aquí conbina cine de acción, retrato social e historia de amor, quizá la tercera para en que se apoya el guión que más flojea. Al desvelarse un giro de guión sobre la pareja protagonista, en el pase de prensa la sala estalló en carcajadas, por lo imposible de la situación.

El retrato que Cercas hace de la era quinqui, del lado marginal de la década de 1980, plasmada en otras películas como «Deprisa, deprisa», «Perros callejeros», «El pico», «El lute: camina o revienta», «Matar al Nani» o «La estanquera de Vallecas», conmueve por igual a quienes vivieron esos años de heroína y atracos y a quienes todavía no habían nacido. Una historia sobre amistad, desigualdad y decisiones equivocadas, tres temas que Monzón conoce bien y que ya trató en «El niño».

«Me sentí muy concernido por esa historia de un adolescente de clase media que cotempla con una especie de temor y fascinación a los quinquis de su barrio y que termina por formar parte de su universo por amor hacia una chica», ha desvelado Daniel Monzón. «Lo quinqui, en nuestro caso, es tan solo un marco de apoyo para articular un relato de amor y de amistad, una historia que habla, sobre todo, del primer amor adolescente, y que como tal, estaría más próxima a películas como «Verano del 42» que a los filmes de Eloy de la Iglesia o José Antonio de la Loma», ha añadido el director.