(Publicado en Diario Jaén)

Charles Dickens publicó «Canción de Navidad» en diciembre de 1843, un emotivo y colosal relato sobre la redención en época navideña, que contrapone la riqueza del señor Scrooge, «¡un viejo pecador que en su insaciable codicia extorsionaba, tergiversaba, usurpaba, rebañaba y arrebataba!» a los pobres, y lo contrapone, decíamos, con la alegría quitada a la tristeza de los desfavorecidos, y con alguna descripción sensacional de los suburbios de la ciudad: «Las callejas eran pestilentes y angostas; los comercios y las casas, deplorables; la gente estaba medio desnuda, borracha, desastrada y repugnante. Callejones y arcadas, como tantos pozos negros, vertían sus ofensivos olores, desperdicios y vida sobre las caóticas calles, y todo el barrio hedía a crimen, a inmundicia y a miseria». Y con excelentes descripciones: «Era hermosa, sumamente hermosa. Tenía un rostro precioso, con hoyuelos y expresión de sorpresa; con una boca pequeña y carnosa que parecía hecha para ser besada…».

«Canción de Navidad» está de gran actualidad porque dos editoriales (Alfaguara –para venta en quioscos- y Alianza –en una curiosa edición para regalo-) acaban de reeditar el libro. Y en el Teatro Sanpol de Madrid se ha estrenado una versión teatral, «Cuento de Navidad». Charles Dickens, naturalmente, escribió una obra que reflejaba las injusticias y dolores de su época, pero en estos oscuros momentos que vivimos hay fragmentos y frases de la novela –muy bien aprovechados en la versión teatral- que parecen escritos ahora mismo. El señor Scrooge, antes de su viaje al pasado y al futuro, conducido por inquietantes espíritus en un dantesco descenso a los infiernos, afirma en referencia a los pobres –expresión que se recoge muy bien en la obra teatral-: «Esas gentes se tendrían que morir todos y así bajaría la población». Luego, con el señor Scrooge camino ya de la redención, uno de los espíritus le recordará con ironía, respecto a un niño enfermo: «Si el futuro no cambia esas sombras, ninguno otro de mi especie lo encontrará aquí. Pero ¿qué más da? Si tiene que morir, será mejor que lo haga y contribuya así a reducir el exceso de población».

La estupenda, sencilla y emocionante versión teatral, con dirección de Ana María Budeguer, protagonizada por Javier Ibarz, Víctor Benedé y Natalia Jara, entre otros, mantiene la atmósfera sórdida y luminosa a la vez de la novela de Dickens, el ánimo solidario y de denuncia que emana de ese libro, y el compendio de diferentes emociones que hay en el relato. Existe, pues, una notable fidelidad al texto original y por todo ello se trata de una función con alma. Que gusta, conmueve e impulsa a la solidaridad. Significa un modelo magnífico de lo que se llama «teatro familiar». Con ritmo, canciones, bailes, una excelente interpretación y un mensaje que invita a ser mejores. A respirar la vida. A convivir. La Navidad como metáfora de la solidaridad. Exclamará finalmente Scrooge: «Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservar ese espíritu todo el año». Porque la obra teatral del Sanpol parece la síntesis de uno de los párrafos del magnífico relato de Dickens, que dice: «Responde a una justa, equitativa y noble disposición de las cosas que, así como la enfermedad y la tristeza son contagiosas, no haya en el mundo que lo sea de forma tan irresistible como la risa y el buen humor». De modo que vamos a dejar atrás muy pronto este infausto 2020, quizás el peor año de nuestras vidas. Ojalá que en un futuro cercano, lo contagioso, efectivamente, sea la risa y el buen humor, como en esta sublime obra de Charles Dickens.