La directora Carla Simón ha regresado al Festival de Málaga para estrenar «Alcarrás», ganadora del Oso de Oro en la Berlinale, que participa fuera de concurso en la Sección Oficial, un drama que relata una historia personal con el fin de retratar un problema universal, como es la precariedad de los pequeños agricultores.

Simón ganó la Biznada de Oro de Málaga hace cinco años por su ópera prima Verano 1993, por lo que en rueda de prensa se ha mostrado orgullosa y emocionada de estrenar su último largometraje en un marco tan especial como esta la 25 edición del Festival donde debutó como directora. La directora ha explicado que una vez más todo parte de su propia situación personal. Sus tíos cultivan melocotones en Alcarràs (Lleida) y experimentaba un deseo muy fuerte de retratarlos, especialmente desde que muere su abuelo. «Sentía la necesidad de poner en valor su legado», ha relatado ante una abarrotada sala del Cine Albéniz.

Haciendo balance del proceso de creación ha reconocido que contar una historia desde el punto de vista de un agricultor de 45 años le ha supuesto una tarea difícil, por la dificultad de aproximarse a un punto de vista tan diferente al de ella misma. Y tenía claro que quería retratar las energías y las emociones que conviven en una familia numerosa. En este punto es cuando surge la idea del concepto de coralidad que ha querido plasmar en su trabajo, «tratando de escenificar cómo un problema puede crear una crisis familiar y provocar consecuencias en todos sus integrantes», ha argumentado. En la conferencia de prensa la película fue descrita como «un pequeño milagro».

La directora también ha calificado el guión –también escrito por ella junto a Arnau Vilarò- como altamente complejo. Desde el primer momento tuvo claro que sus actores tenían que ser gente de allí, «del mismo municipio de Alcarràs, donde casi todo el mundo es agricultor», ha subrayado. «Quería contar la historia desde dentro y desde ellos. Por este motivo la complejidad también ha persistido en el proceso de casting, en el rodaje e incluso en el montaje».

El hecho de que no fueran actores profesionales también le ha exigido reformular continuamente su planificación y eso para ella es «lo bonito de hacer cine, a pesar de la ardua dedicación que implique», ha añadido Simón. «De este modo la historia está protagonizada por una familia de ficción con personajes reales». Carla Simón siempre tuvo claro que quería una película que se percibiera de allí, en la que sus personajes mantuviesen incluso el dialecto concreto del catalán que hablan en este pueblo de Lleida.

En otro aspecto, Simón ha expresado que en principio quería tener un final feliz para su película porque «sentía la necesidad de sembrar optimismo, pero al tratarse de un retrato real no cabía el final feliz. La problemática social se plasma de principio a fin porque no existe la posibilidad del relevo generacional, por una simple cuestión de que cada vez es más difícil vivir dignamente. De ahí que los actores se hayan esforzado en transmitir escepticismo, frustración y preocupación».

La universalidad del tema para Carla Simón radica en «la precariedad del oficio más viejo de la humanidad, la agricultura, que por desgracia persiste en todas partes». Y ha alertado de que si no lo cuidamos va a desaparecer. «Es una pena que no nos demos cuenta de la importancia de cuidar al pequeño agricultor porque es la única forma de mimar la tierra», ha reflexionado.

El reparto lo integran Josep Abad, Jordi Pujol Dolcet, Anna Otín, Xènia Roset, Albert Bosch, Ainet Jounou, Montse Oró, Carles Cabós, Joel Rovira, Isaac Rovira, Berta Pipó, Elna Folguera y Antònia Castells.