Carolina Yuste va de éxito en éxito. Acaba de recibir el Goya a la mejor actriz por la película “La Infiltrada”, su segundo «cabezón» después del conseguido en 2019 por “Carmen y Lola” a mejor actriz de reparto, y protagoniza “Caperucita en Manhattan” en el madrileño Teatro de La Abadía, la adaptación teatral de la novela escrita por la gran Carmen Martín Gaite, una función llena de color, de vitalidad, de sonidos, de emociones, una función que es como un sueño feliz. Carolina Yuste tiene la elegancia rasgada de una chica madriles de barrio periférico, y eso le sirvió mucho para aquella escena de gritos, de indignación desatada, que en “Carmen y Lola” rodó en la UVA de Hortaleza, barrio que se construyó a finales de los 50 para acoger a los chabolistas, y en los 80 se llenó de heroína y miedo a salir de noche. Carolina hacía ahí de asistente social en una rompedora historia de amor entre dos jóvenes gitanas.
Al Teatro de la Abadía se va a ver y homenajear a Carmen Martín Gaite en el centenario de su nacimiento, pero el espectador se topa con Carolina Yuste, su talento, sus innumerables registros como intérprete, con esa ingenua chulería que ella aporta a la niña Sara Allen, un personaje radicalmente distinto al de la agente de Policía introducida en la vomitiva suciedad de los pistoleros de ETA en el conmovedor, tenso y fascinante film ‘La Infiltrada’. En “Caperucita en Manhattan” pone el gesto de enfado, de ilusión, de sorpresa, de travesura, de una niña que se pregunta: “¿Pasará Manhattan por debajo del agua?”. Un rostro totalmente diferente al crispado, de alerta permanente, con los ojazos negros siempre en estado de alarma, el rostro duro de la mujer dura de “La Infiltrada”.
“Caperucita en Manhattan” saldrá en marzo de gira por España. La adaptación al teatro de la novela de Carmen Martín Gaite la ha hecho Lucía Miranda. El texto de la obra es imaginativo, impecable y volador, lleno de fantasía, muy Martín Gaite, que fue una mujer vital y alegre. Y Carolina Yuste, decíamos, vive ahora subida a la ola del éxito, pero sabe que el éxito en su profesión no significa nada, que de repente se cae como las copas de la bandeja de un camarero, porque acaba de advertir Aitana Sánchez Gijón sobre la predilección de la industria cinematográfica por “la carne joven y fresca”, pero Carolina frecuenta profesionalmente el teatro, un amigo considerablemente más leal que otras artes. “¿Pasará Manhattan por debajo del agua?