William Shakespeare escribió hacia 1595 “Sueño de una noche de verano”, su comedia más popular, continuamente representada en escenarios de todo el mundo, una obra gamberra y juguetona, pero de enorme complejidad interna, por los permanentes enredos amorosos que describe, la enorme exigencia léxica que plantea, y la aparición de seres mágicos que provocan la confusión de los mortales, e incluso con la representación de una función teatral dentro de la propia función. Ramón Paso, director y autor de la versión de esta puesta en escena de “Sueño…”, que ayer estrenó la compañía Paso/Azorín en el Teatro Reina Victoria de Madrid, ha potenciado, como suele hacer en sus trabajos, el perfil humorístico y divertido de la pieza, y la ha recubierto de misterio y sensualidad, confiando siempre en el potencial interpretativo de sus actrices y actores, y en esa forma de decir el verbo clara y contundente, sensacional, característica de este grupo de cómicos de la Paso/Azorín, porque hay que llamarlos así, cómicos, como homenaje a la profesión que dignifican.
Están muy bien, sí, todos los intérpretes, pero aquí destaca Ángela Peirat, que conduce con destreza a su personaje de Helena de lamentable a risueño y de risueño a lamentable, y se convierte en decididamente sexi (como se decía antes), incluso con una sensualidad contenida, cuando hace de duende del bosque. Ana Azorín es una actriz extraordinaria (ya hemos escrito de ella en otras ocasiones), posee una vis cómica desbordante, que explota con talento, y una forma clara y propia de colocar las frases. Encarna a Hernia, y también a uno de los actores que ensaya una obra en el bosque, que termina por convertirse en burro por obra de los hechizos que andan de aquí para allá. Ana Azorín hace de hombre en esta obra de Shakespeare. En la Inglaterra de los tiempos de este autor las mujeres tenían prohibido interpretar teatro, y los papeles femeninos los hacían hombres, cosa que debería resultar espantosa sobre las tablas. Mientras, la España del Siglo de Oro contaba con destacadas actrices, y alguna era empresaria, propietaria de su compañía teatral.
“Sueño…” narra los acontecimientos que suceden durante el casamiento de Teseo, duque de Atenas, con Hipólita, reina de las amazonas. El padre de Hernia la obliga a contraer matrimonio con Demetrio, pero ella ama a Lisardo, y Helena está locamente enamorada de Demetrio. Los duendes del bosque provocarán una enorme intriga. “O entrego a Hernia al noble Demetrio o a la muerte”, amenazará el padre. “Pero yo soy igual a él y de igual patrimonio”, protesta Lisardo. Y alguien se lamenta: “Malditos hombres, que niegan lo que se les da y luchan por lo que se les niega”. Hay una frase que recuerda a Oscar Wilde, autor del que Ramón Paso es un consumado experto: “¿La cordura? Esa señora y yo no hemos sido presentadas”. Francisco Umbral insistió en que el gran dramaturgo de la modernidad es Shakespeare. Shakespeare, considerado como el mayor poeta de todos los tiempos, fue un profundo conocedor del alma humana. Por eso, quizás un personaje de esta brillante y gozosa versión de “Sueño de una noche de verano” exclame: “¡Cuán necios son los mortales!”. Pues eso.