La estrella de «Love Story» y «La huida» tiene 72 años y sobrevive olvidada en Santa Fe

Nicolas Cage, Wesley Snipes, la madre de Scarlett Johansson (que fue su agente), Lindsay Lohan, Doris Day…, la lista de estrellas sumidas en la pobreza más absoluta, deudas al fisco y en algunos casos, cárcel sigue sumando. Ahora es Ali McGraw, la legendaria belleza que fue el póster de «Love Story», un taquillazo como en sus tiempos no se daban.

Retirada hace años y tras publicar unas duras y honestas memorias (confesó que era la esclava sexual de Steve McQueen, uno de sus maridos, quien la sometía a sesiones sadomasoquistas) ahora ha confesado que está sumida en las más absolutas de las pobrezas, como si su vida anterior de lujo y desmadre fuera un cuento de Charles Dickens.

En la confesión, admite que se arrepiente de no haber aceptado pensión alguna tras el divorcio del multimillonario productor Robert Evans (caricaturizado por Dustin Hoffman en «Wag the Dog», de Barry Levinson) y de McQueen. Ha dicho que en aquellos años dorados de su carrera no le dió importancia. Pero que ahora, a los 72 años, ya no puede ganarse la vida y que no pensó en lo que el futuro y la vejez le traerían. Las confesiones las ha vertido en la revista de lujo «Town and Country» donde dice, literalmente: «Tenía un espíritu romántico y era una buena chica. Cuando llegaron los divorcios, todos tumultuosos y amargos, me porté como una estúpida que no supe adivinar o intuir el futuro. Y dejé de trabajar por amor cuando mi carrera estaba en el cénit, en lo más alto, podía elegir y hacer lo que quería. No pensé, garantízate que tengas una casa para tí sola».

Y continúa: «Hace años que no gano un dólar. Soy más famosa que rica y no puedo vivir como antes. Conozco a muchos que estuvieron en mi posición en los años dorados y no saben como bajar el ritmo de gastos y vivir de una manera más sencilla. Lo único positivo es que no tengo deseo caros, ni caprichos. La gente piensa que soy fabulosa por todo ésto, pero la verdad es que me ha llevado a estar permanentemente exhausta. Ahora sé la locura que va emparejada a convertirte en una estrella de cine… quedas en un estado de permanente confusión. Se trata como de un estado de terror que te paraliza, si no has vivido tu vida obsesionada con ser el centro de atención de todos, el ombligo del universo. Y éste fue mi caso».

En realidad, ésta fue su decisión (era la era hippie), pero sus ex se retrataron porque no insistieron en pagarle la pensión a la que tenía derecho. Sobre todo, el multimillonario Evans, a quien le dió un hijo, Josh Evans, un actor que ha trabajado dos veces para Oliver Stone («Nacido el 4 de julio» y «The Doors»). Su tercer marido fue Robin Martin Hoen. Su divorcio data de 1962 y su última película, «Glam», de 1997. Apenas rodó una docena de películas pero su Jennifer Cavelleri de «Love Story» (aquella que le decía a Ryan O’Neal aquella cursilada de «Amar significa nunca tener que decir lo siento») y Carol McCoy, de «La huida» (en que Sam Peckimpah la dirigió junto a McQueen) la elevaron al estatus de estrella. Fue nombrada en 1991 por la revista People como una de las 50 personas más bellas del mundo, le dieron una estrella en el Bulevar de la Fama tras sólo cuatro películas. Por amor a McQueen dejó pasar las ofertas por ser la caprichosa Daisy en «El gran Gatsby» y la doliente Evelyn de «Chinatown». Se beneficiaron Mia Farrow y Faye Dunaway.

Actualmente, vive de prestado en Santa Fe, Nuevo México, y es una activa militante de la defensa de los animales a través de la organización PETA. Hoy en día y en Hollywood, una boda sin un contrato económico previo, establecimiento de pensiones en caso de divorcio o la probabilidad de tener hijos es prácticamente imposible. Pregúntenle a Ali McGraw.