El cineasta Agustí Villaronga («Pa negre»), el más veterano de cuantos compiten en este Festival de Málaga, ha presentado «El vientre del mar», su noveno largometraje -el anterior, «Nacido rey», que rodó en Arabia Saudí en 2019 permanece olvidado en el limbo de los justos-, una adaptación de la novela homónima escrita por Alessandro Baricco, basada en hechos reales y que relata una dramática real historia de supervivencia tras un tremendo naufragio acontecido en 1816, que después de días encallado en la arena de la costa de Senegal y ante la imposibilidad de ser liberado, tiene que ser abandonado. Al no haber botes disponibles para toda la tripulación, deciden construir un balsa muy precaria donde se suben 146 personas, mientras que el resto, en los botes disponibles, deben acompañar a la embarcación que amarran con cuerdas hasta la costa. Ante el pánico y la confusión, la soga se rompe o la cortan, por lo que las personas que de la embarcación se ven abandonados a su suerte.

El film narra este suceso a través de un montaje de tres historias paralelas. Por una parte, reproducen las declaraciones en los tribunales de las dos únicas personas que lograron sobrevivir: un capitán egoísta, que representa lo peor del ser humano, y un joven que quiere contar la verdad, y hacer justicia. Por otra parte, se representa el hecho en sí, a través de lo que se vivió en la pequeña embarcación, el miedo, la angustia, el hambre y la desesperación. El tercer universo que se presenta, dibuja el nivel de locura que llegan a sentir los hombres que han tenido que vivir ese suceso, a través de un lugar simbólico y abstracto, que bien puede comprenderse como el subconsciente. Villaronga ha explicado en rueda de prensa de Sección Oficial junto al reparto, los actores Roger Casamajory Oskar Kapoya, y los productores Javier Pérez Santana y Cesc Mulet, que comenzó a idear este proyecto durante el confinamiento cuando sentía que la cultura se moría y había que salvarla.

La naturaleza literaria del largometraje se mantiene muy presente durante el desarrollo de la acción a través de una gran esencia teatral y una narrativa muy poética, ha puntualizado Villaronga, quien ha añadido que todo el equipo se ha esforzado por mantener el alma de la novela a través de un código de lenguaje claro. El mar es como un actor protagonista más. Y ha asegurado que se ha sentido muy cómodo teniendo que grabar en él, ya que considera que el mar forma parte de su entorno natural, ha destacado el director mallorquín.

De este modo, Villaronga representa el mar como una especie de espejo que contiene una imensión mística y envuelve un contenido muy espiritual. Además, se ha apoyado en la historia para transmitir un mensaje crítico y de denuncia sobre la gran herida que actualmente sigue abierta, refiriéndose a los naufragios migratorios.

Por su parte, el actor Roger Casamajor se ha mostrado maravillado por haber trabajado con un director como Villaronga y ha indicado que se ha esforzado por cumplir con sus exigencias, especialmente para que el lenguaje fuese natural y muy real. Por otro lado, Óscar Kapoya ha afirmado que ha afrontado su papel como un reto mayúsculo que le supuso una gran responsabilidad y mucho nerviosismo. Sus personajes están creados a partir de los propios actores, ya que no contaban con referencias concretas. Este punto les ha hecho sentir muy libres durante todo el proceso. En otro asunto, Villaronga también ha abordado la elección de las localizaciones desde una perspectiva mental para que contribuyeran a transmitir la personalidad de cada personaje.

Además, también ha añadido que los recursos técnicos van mucho más allá del blanco y negro. De hecho han utilizado tecnología de infrarrojos para aportar un aura especial a determinados momentos. Por último, el director ha reconocido que se ha tratado de una apuesta arriesgada, en la que realmente había miedo de naufragar, pero finalmente todo salió incluso mejor de lo previsto.

La fragata francesa Alliance queda encallada frente a las costas de Senegal. No hay botes suficientes para todos, por lo que se construye una balsa para remolcar hasta la orilla a 147 hombres. Pero a partir de aquí, el pánico y la confusión se apodera de ellos y la balsa termina a su suerte. La barca termina a la deriva. El hambre, la locura y una lucha por la supervivencia se desatan durante un periplo estrepitoso.